¿El fin de los superhéroes?
En Kick Ass (2009) el director Matthew Vaughn lleva a la pantalla grande un cómic estadounidense. La estética de la película y su tono paródico general son elementos que la acercan a la comedia pero ciertas escenas y líneas argumentales oscurecen la propuesta del film y así su intención inicial se revierte generando un dramatismo que no parece armonizar con la totalidad.
El film nos introduce en el mundo de tres muchachos adolescentes cuyas cualidades los hacen encajar con los típicos “perdedores” del secundario. Entre unas de sus cotidianas charlas Dave (Aaron Johnson), un estudiante aficionado del cómic, pregunta sorprendido a sus amigos por qué nunca nadie quiso convertirse en un superhéroe. A lo cual estos responden que obviamente se debe a que nadie posee superpoderes, lo cual negaría toda posibilidad para que ello suceda. Su cobardía y torpeza no impiden sin embargo que Dave de rienda suelta a su ocurrencia y con un ridículo disfraz comience a crear a este anti superhéroe llamado Kick-Ass que en muy poco tiempo se hará popular a través de los medios y llevará a cabo sus misiones a través de pedidos en la cuenta de My Space.
Con cierta reminiscencia al film Supercool (2007), el comienzo de la película tiene algo prometedor en cuanto a las pequeñas conversaciones y vivencias adolescentes permitiendo un tono de comedia que después no se logra mantener. La voz en off del protagonista comentando al espectador sus pensamientos alcanza una complicidad interesante que divierte, así como también lo hace su apariencia torpe y poco masculina.
Sin embargo, la historia vinculada a la mafia tiene un lado demasiado oscuro y cruel y no posee el aire lúdico que el film adopta en un comienzo. Donde la torpeza e inverosimilitud del protagonista lo conducen al ridículo, los villanos están más cerca de ser los mafiosos despiadados de un film de gangsters. Esto no implica tampoco que deban ser objeto de risa pero el bien y el mal parecen aquí dimensiones opuestas no articulables en una misma película.
Lógicamente, si el espectador conoce el código del cómic puede entrar en este mundo y disfrutar de una película que entretiene y cuya estética realza su valor. Y para el que se quede con ganas de más, el final ya sugiere una posible continuación.