El largometraje de aventuras del francés David Moreau logra ser más efectivo en las escenas en las que se ciñe a un abordaje intimista de la historia. En este aspecto, se destaca la interpretación de la joven Lou Lambrecht como Inés, una preadolescente ermitaña que pasa sus días retraída del entorno como consecuencia del trauma que le generaron tres pérdidas: la muerte de su madre, el abandono de su padre, y la partida de una de las figuras más inspiradoras que tuvo en su niñez, su abuelo trotamundos. Por lo tanto, cuando un león cachorro escapa del aeropuerto de la comuna francesa de Orly donde estaba siendo traficado y llega a la casa de Inés, la vida de la joven da un vuelco y encuentra en ese animal un compañero para esas jornadas de tristeza e incomprensión.
Al tratarse de un film concebido para toda la familia, King: regreso a casa no ahonda con profundidad en tópicos como el tráfico y el maltrato animal y, cuando lo hace, opta por configurar a los villanos con trazo grueso. En su segundo tramo, el realizador configura un road trip en el que Inés y su hermano Alex le hacen frente a los obstáculos para que King, tal como bautizaron al león, pueda llegar a África y permanecer en su entorno natural. Aunque se perciben algunos problemas para manejar los tiempos del relato (el largometraje es excesivamente largo), se trata de una obra noble, de gran calidez, en la que se alude a cómo la vida entera es un acto altruista de soltar aunque duela. Debido a esto, los momentos en los que Inés, King y Alex están en pantalla son los más sentidos de esta propuesta.