Una precuela con espías, paternidad y guerra mundial
Luego de "Kingsman: El servicio secreto" (Kingsman: The Secret Service, 2014) y su menos lograda secuela "Kingsman: El círculo dorado" (Kingsman: The Golden Circle, 2017), llega a las salas de cine una tercera entrega de la saga basada en la novela gráfica Kingsman.
En esta ocasión se trata de una precuela titulada King’s Man: El origen (The King’s Man, 2021) que narra la génesis de la agencia secreta de espías. Si bien los tres largometrajes están bajo la dirección de Matthew Vaughn al igual que la escritura del guión, esta vez hay un cambio en quién lo acompaña en dicha tarea, Karl Gajdusek. Quizás debido a ello se deba su cambio en el tono de King’s Man: El origen respecto a las obras anteriores que se caracterizaron por ser películas de espías en las cuales se fusionaban los géneros de acción y la comedia.
King’s Man: El origen si bien sigue manteniendo un peculiar sentido del humor, su tono es menos exagerado y más dramático también, incluso desde su título marca la separación de la palabra Kingsman (rey) en King´s Man (hombre del rey). Asimismo, el cambio en la entonación narrativa en la que se oscila entre la acción y el drama, también se debe a que esta historia centra su conflicto en una guerra mundial, por ende, es lógico que traiga consigo más carga trágica. Si bien el relato incluye varios personajes históricos en su esquema actancial como por ejemplo Rasputín, el Zar Nicholas II, el Kaiser Wilhelm, entre otros, los hechos narrados se distancian de los acontecimientos reales con el fin de servir a la poética propia del universo cinematográfico de Kingsman, ambientado en esta ocasión a principios de 1900.
A pesar de dichos cambios, King’s Man: El origen es muy entretenida y dinámica, y se considera que ajusta mejor la comicidad, debido a que en las entregas anteriores su paroxismo hacía que pierda verosimilitud el relato. En este caso, a nivel argumentativo o desde la construcción de los villanos o por no abusar de los efectos especiales digitales, cobra solidez. Sin embargo, hay que admitir esta cuestión de no mostrar el rostro del gran villano del film, si bien es propio del género, ya resulta algo trillado y su resolución es bastante predecible para el espectador atento. Por otro lado, al ajustar la comicidad sin excederse, la película quizás se queda escueta en los momentos que construían su esencia, a excepción de la picardía que se observa en una escena particular de tensión y consecuente disputa física entre Rasputín y Orlando junto a su hijo Conrad. Dicha secuencia, mediante la coreografía corporal que compone prácticamente una danza al ritmo de la música de la obertura 1812 de Tchaikovsky, es maravillosa.
King’s Man: El origen posee algunas ideas interesantes, deslizadas como tesis social a través del personaje del duque Orlando Oxford, interpretado de forma mas que verídica por Ralph Finnes. Estos conceptos apuntan sobre la diferencia entre la aristocracia y la caballerosidad, exponiendo el repudio de la primera y su violenta colonización imperialista. También Orlando expresa su postura anti bélica al pronunciar que las guerras las planifican los “nobles” pero que en ellas mueren los soldados. Del mismo modo, al educar a su hijo (personificado de forma poco carismática e insulsa por Harris Dickinson) distingue entre reputación y carácter, la reputación es aquello que la gente piensa, el carácter es lo que realmente eres, un mensaje propio de los ideales Kingsman. Todo el relato parece estar bajo la premisa del obrar íntegro de los “invisibles”, sean espías preparados o sirvientes. Por último, la película oscila entre la estereotipación y caricaturización de ciertos personajes, mientras que representa con solemnidad y entereza los futuros integrantes Kingsman. El desenlace del film dejará expectante al público con el deseo de una próxima entrega, al igual que su imperdible gag en la escena post créditos.