"King's Man: el origen", saludable vuelta de tuerca
La precuela producía el temor a que se replicara de manera mecánica el formato que había funcionado en títulos anteriores, pero el film protagonizado por Ralph Fiennes sale airoso.
Kingsman: El servicio secreto (2014) recuperaba el carácter más festivo y absurdo que la saga de James Bond mantuvo hasta hace quince años, cuando Daniel Craig le adosó al bebedor de martinis agitados, no revueltos un matiz barroso y una impronta más terrenal, acorde a los aires paranoides que soplaban en Hollywood luego del 11-S. Kingsman: El círculo dorado (2017) recorrió caminos similares, aunque insuflándose altísimas dosis de estilización que hicieron de esta secuela, centrada nuevamente en la agencia secreta de espías cuya base operativa funciona detrás de una sastrería, una versión más recargada de su predecesora.
El anuncio de una precuela encendía las luces de la alerta ante la potencial replicación da una fórmula que ya lucía agotada. Pero no: King´s Man: El origen –la traducción latina del título mantiene el nombre propio en inglés del original– encuentra nuevos rumbos mediante una apuesta que entrevera el ideario de Indiana Jones, el espionaje bélico, las coordenadas geopolíticas de la agitada Europa de la segunda década del milenio pasado y una impronta mucho más cercana al cine de Quentin Tarantino que al de Mr. Bond.
¿Tarantino? ¿Acaso King´s Man se propone, como el director de Tiempos violentos y Kill Bill, licuar géneros y referencias para crear mundos que dialogan frente a frente con la historia del cine? ¿O pone a sus personajes a sostener largos diálogos que hacen de lo derivativo una norma? Nada de eso. Lo que tiene El origen es que toma la Historia –con mayúsculas– para hacer aquello que Tarantino hizo en Bastardos sin gloria y Había una vez…en Hollywood: amasarla como bollo de pizza, divertir(se) reescribiéndola para dar forma a una gran ucronía que arranca en 1914, con el asesinato del archiduque Francisco Fernando no en manos de un joven que buscaba la anexión Bosnia a Serbia, sino de uno que intenta correr del escenario a Rusia, de tal manera que el conflicto –que luego se transformaría en la Primera Guerra Mundial– se centre entre Alemania e Inglaterra, dándole la posibilidad a Escocia de liberarse de la Corona británica. Y que incluye al inefable Rasputín, su legendaria resistencia al cianuro y hasta sus supuestos poderes curativos milagrosos.
El Duque de Oxford (Ralph Fiennes) quiere evitar que el asunto escale, pero tiene sus propios problemas. Una esposa fallecida durante un ataque terrorista en la Sudáfrica de principios del siglo pasado presenciado por su pequeño hijo Conrad, por ejemplo, que lo llevó a adoptar una postura pacifista a priori innegociable. Década y pico después, las heridas de estos hombres aún supuran. Ante lo que considera inacción gubernamental, el Duque establece, junto a su mucama (Gemma Arterton) y su secretario (Djimon Hounsou), una red de informantes en todo el mundo que le permite armar un mapa acerca de lo que está ocurriendo más auténtico que el oficial y, por ende, poner manos a la obra, al tiempo que su hijo (Harris Dickinson) pide por favor que lo deje ir al frente de batalla. A papá no le gusta, pero acepta, en lo que es una subtrama que le permite al director Matthew Vaughn incluir varias escenas bélicas mucho más cerca del realismo cruento de 1917 que de la violencia estilizada de la que hasta ahora había utilizado la saga.
La estilización, sin embargo, no está ausente. A medida que el Duque avance con su plan para desbaratar los planes que motivaron el asesinato del archiduque, El origen traslada su acción hasta un punto recóndito de las islas británicas, donde se cuecen las habas del complot. Allí Vaughn retoma la senda de la espectacularidad y el despliegue visual, aunque sin perder la tensión ante los varios last minutes rescue y, lo mejor, un sentido cinematográfico que hace del descubrimiento y la sorpresa una prolongación de la aventura clásica. Una escena poscréditos incluye la aparición del que quizás sea el personaje más malvado de la historia del cine y, por qué no, del mundo pos revolución industrial. King´s Man, entonces, como un punto de quiebre ante el riesgo de estancamiento, como una película que, al igual que el Duque, va siempre para adelante.