Vuelve Vaughn, más inteligente que nunca
¿De qué va? Los primeros caballeros deberán exponer todos sus modales para frenar el conflicto bélico más importante de principios de siglo XX.
Allá por el 2010, Mathew Vaughn, productor y compinche en el pasado de Guy Ritchie y director de dos películas que hicieron algo de ruido (Layer Cake y Stardust), se metía en el mundo de los superhéroes, pero alejándose del camino tradicional que tan acostumbrados nos tenían Warner y la 20th Century. De la mano de Lionsgate y Marv -productora de Vaughn- se estrena Kick-Ass, una adaptación homónima de la novela gráfica de Mark Millar, y a partir de aquí nace un bromance tan poderoso como desenfrenado.
Habiendo demostrado su maestría tanto narrativa como estilística en la aventura del vigilante hormonal con traje de buzo, Vaughn se mete con los mutantes para dar su impronta en el 2011, regalándonos una de las mejores entregas de esta saga conflictuada, a pesar de que la producción no se haya tomada dos minutos en investigar como lucía Villa Gesell.
3 años después, y habiendo producido la secuela de Kick-Ass (film que solo sirve para remarcar que el cambio de cabeza, en muchas ocasiones, solo trae caos y vergüenza ajena), Vaughn vuelve a abrazarse junto a Millar para traernos el inicio de una saga cuyo cómic adaptado fue escrito por ambos cerebros desquiciados: Kingsman, o cómo hubiera sido el entrenamiento de James Bond para transformarse en el gran espía que es hoy.
The Secret Service nos trajo la otra cara de la elegancia, los modales que hacen al hombre no son más que paredes manchadas de sangre y artilugios tan refinados como letales. Con un Taron Egerton y un Colin Firth que rebosan de facha actoral, el film presenta un gran balance entre la acción y una trama que deja ver inteligencia y mucho trabajo de personajes y diálogos. No se puede decir lo mismo de su secuela, The Golden Circle, que a pesar de cargar con una mochila de hype bastante pesada, la película cometió los errores que la primera entrega tan elegantemente esquivó. Una villana insulsa, secundarios olvidables y una trama tan conveniente como tonta hicieron que las ganas por seguir a estos espías tan intrépidos desaparecieran a medida que pasara el tiempo.
Pero Vaughn no es cualquiera, ya lo dejó claro, y un tropezón no es caída. Es por eso que al presentar el trailer de esta precuela que nadie pidió, los fans acérrimos de este mundillo tan particular saltamos de la silla tan excitados como cuando vimos el plano secuencia de Colin Firth en la iglesia. Es así que The King’s Man no solo se sitúa como una de las mejores de este 2022 (si, recién empieza el año y me la re banco), sino que se transforma en una película tan precisa, sutil y entretenida que da cátedra sobre cómo atravesar los orígenes de un mundo que parecía que no tenía nada más que contar para decirnos: “Che, acércate, tengo que contarte una cosita más”, y es glorioso.
Donde The Secret Service y The Golden Circle descansan en la acción desmedida, llena de dispositivos y secuencias extravagantes, The King’s Man decide apoyarse en el corazón puro de un conflicto militar y el cómo los hilos invisibles llevan a la mera destrucción, o salvamento, del mundo que lo sufre.
Siguiendo los pasos de Orlando Oxford (Ralph Fiennes) y de su hijo Conrad (Harris Dickinson), nos metemos de lleno en la génesis del suceso militar que marcó la primera década del siglo XX, la Primer Guerra, y en cómo estos bienaventurados caballeros intentan, desde sótanos oscuros hasta trincheras cubiertas de alambres de púas, frenar esta matanza indiscriminada.
Es así que, apoyándose en la esencia pura del film de espías, presenciamos cómo nuestros protagonistas se zambullen en un conflicto de inteligencia, susurros y traiciones. Sin olvidarse de sus emblemáticas secuencias de acción, la película decide irse por otro camino, uno en el que afloran las batallas con diálogos intelectuales y secretos más peligrosos que una bomba de tiempo.
Con figuras como Rasputin (Rhys Ifans), Mata Hari (Valerie Pachner), el Rey George, el Kaiser Wilhelm y el Tsar Nicholas (los tres interpretados por el enorme Tom Hollander), el escenario de este hecho verídico se transforma en una fiesta tan excéntrica como delicada. Con un arte que demuestra finura en sus detalles y emplazamientos de cámara que van desde timelapse exquisitos a planos estrafalarios, Vaughn se aleja de aquel film que mareo tanto para brindarnos una lección de gran cine de espías.
Sin dar muchas vueltas para que el visionado sea lo más gustoso posible, hablar de The King’s Man es hablar de la finura propiamente dicha. Con una trama digna de querer que ese pasado ficticio haya sucedido tal cual se plantea y con secuencias que nos dejan con un nudo en la garganta, tal como estamos acostumbrados a ver en pasados visionados de Vaughn, este film se corre del título de “precuela” para posicionarse como una gran obra plagada de divertimento e inteligencia.
En Matthew Vaughn confiamos.