Tal como ocurre con otras sagas, a veces es necesario volver a foja cero para poder reencontrar el camino perdido, quizás hasta para mejor. Este es el caso de King’s Man: El Origen, uno de los estrenos de cine de la semana del 6 de enero.
Promediando la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un grupo de personas, liderado por Orlando Oxford (Ralph Fiennes), lucharán para evitar que mentes criminales y tiranos alarguen el conflicto y sigan matando a millones de personas. Muestra, en pocas palabras, el nacimiento de King’s Man, la primera agencia de inteligencia independiente del Reino Unido.
Más o menos en la mitad del film anterior en la saga -El Círculo Dorado-, o quizás antes, ya se podía ver que se necesitaba un cambio de raíz. No es nada en contra de los actores, pero la situación se estaba volviendo un poco ridícula. Por esa razón, sorprende -para bien- que esta precuela es la que más entretiene de todas.
El elenco ayuda bastante: elegir a Ralph Fiennes como el protagonista es la opción más acertada que se podía haber hecho. El actor tiene el drama y la sutileza cómica que requiere el rol, y muy posiblemente sea el detonante de un nuevo universo dentro de la saga. Lo acompañan una espectacular Gemma Arterton (Su mejor historia, 2016), un Djimon Hounsou (Gladiador, 2000) que es increíble no verlo en más cosas de semejante envergadura, un sorprendente Harris Dickinson como el hijo del personaje de Fiennes y el talentoso Tom Hollander (The Night Manager, 2016), quien toma la posta de tres personajes claves en el conflicto internacional.
Sin embargo, varios de los grandes nombres en este film pasan bastante desapercibidos y no se les da el tiempo que merecen en pantalla. Uno de ellos es Rhys Ifans (Notting Hill, 1999), quien sobresale como el malvado Rasputín. Logra una caracterización caricaturesca, pero que calza muy bien con el tono del largometraje. Daniel Brühl y Aaron Taylor-Johnson también entran en esta lista. Habrá que ver si les espera un futuro más prometedor en la saga.
Las escenas de acción están muy bien coreografiadas, y si se le agrega el uso correcto de la música clásica en el medio, el entretenimiento está asegurado.
Aunque se sitúa en un momento específico de la historia mundial, el argumento en sí puede parecer un poco predecible, y existe la posibilidad de que disguste un poco. Pero, al menos, se habrán pasado dos horas agradables.
Nota: hay una escena post créditos, por lo que hay que quedarse en la sala hasta el final. Valdrá la pena.