Si es difícil mantener la atención y la tensión a lo largo de más de dos horas de proyección en cualquier película, vaya mérito el de Matthew Vaughn, que en King’s Man: El origen no quita el pie del acelerador ni por un segundo.
Ante todo, aclaremos que no hace falta haber visto las películas anteriores de Kingsman, que suceden un siglo después que los hechos de El origen. Hay un guiño y una mención al Whisky Statesman -guiño a King’s Man: El círculo dorado (2017)- porque hay que quedar bien con los fans, pero no mucho más.
Es 1914. Aquí tenemos al duque de Oxford (Ralph Fiennes ¿es que siempre va a estar muy bien, haga el género que haga?) que tiene una doble misión. Por un lado, dirige una pequeña red de espionaje, que dará origen, como indica el título, a la que ya vimos en dos largometrajes protagonizados por Taron Egerton, y por otro tratar de apaciguar, cuando no impedir, los deseos de su hijo Conrad (Harris Dickinson) por ir al frente a pelear en la Primera Guerra Mundial.
Algo sucedió en el comienzo de la película, por lo cual se entiende la preocupación y sobreprotección del Duque hacia su hijo único.
Pocos, pero buenos, contra muchos, pero malos
Pero decíamos que la organización, minúscula, del duque, se enfrenta a otra de mayores proporciones e internacional, que está por desatar los acontecimientos que derivarían en la Primera Guerra Mundial.
Y si bien no se sabe quién es su líder, que reúne a sus secuaces en un lugar de difícil acceso y alejado de todo, sí tiene entre ellos a Rasputín (el galés Rhys Ifans, que alguna vez fue Spike, el compañero de hogar de Hugh Grant en Un lugar llamado Notting Hill, y es Lagarto en Spider-Man: Sin camino a casa), consejero del zar Nicolás II.
Es increíblemente divertido cómo King’s Man: El origen se apropia de personajes y hechos reales para darles una vuelta de tuerca, la necesaria para acomodarlos a su beneficio. Ya sea Rasputín -que desayunaba cianuro para prevenir que lo envenenaran, como también se lo menciona en la actual serie Succession- o el asesinato del archiduque de Austria, heredero del Imperio Austro-Húngaro.
O como suele hacer Quentin Tarantino, en Bastardos sin gloria o Había una vez… en Hollywood, alterando algunos hechos reales. ¿O no se acuerdan que el Titanic de James Cameron embestía el iceberg porque un marinero se quedaba mirando a Rose y Jack en la cubierta del buque?
E inclusive tenemos al mismo actor Tom Hollander interpretando a tres personajes (el rey Jorge de Inglaterra, el káiser Guillermo, el zar mencionado).
Al estar dirigida por el mismo realizador que sus predecesoras, El origen mantiene su estética, pero se diría que inclusive su ritmo es más acelerado. Y eso que no apela, hasta los últimos 20 minutos, a ningún artilugio propio de las películas de acción, con o sin espías, a los que Hollywood nos viene malacostumbrando en los últimos años.
Las peleas cuerpo a cuerpo, una marca de la saga, están a la orden del día, lo mismo que el humor, los contrapuntos en los diálogos y los saltos de una ciudad a otra.
¿Será King’s Man: El origen el puntapié de una serie de películas que lleguen hasta la actualidad? El tamaño del éxito de la película seguramente lo determinará.