Tras el éxito, tanto de la critica como en taquilla, de una de las más agradables sorpresas de 2015, Kingsman: El servicio secreto, llega esta secuela dirigida nuevamente por Matthew Vaughn en la que el director ha optado simplemente por continuar la historia de Eggsy, Harry y Merlín potenciando todos los elementos que hicieron de la cinta inaugural un éxito.
Con el asesinato de varios de sus miembros y la explosión de su base de operaciones en Londres, los Kingsman se verán obligados a buscar ayuda a sus homólogos norteamericanos los Statesman, una asociación secreta similar que se camuflan tras una destilería de whisky y con la cual deberán interactuar para combatir a una misteriosa organización narcotraficante liderada por la megalómana villana Poppy -Julianne Moore- que pone al mundo al borde del colapso.
Con una aventura mucho más grande y ambiciosa -que abarca escenarios desde Reino Unido a Kentucky pasando por Camboya o el Mont Blanc-, pero bajo el mismo tono de parodia, toda clase de guiños al cine de espías, escenas de acción violenta y el humor irreverente y provocativo del primer filme, Kingsman: El circulo dorado presenta una historia central absurda en la que destacan sus sarcásticos latigazos a la política estadounidense, con un Presidente de los Estados Unidos visionario, psicópata y desequilibrado -en plena alusión a su actual- y con menos escrúpulos que la misma villana, capaz de cometer peores aberraciones.
En su afán trasgresor, Vaughn propone algunas escenas delirantes, como los perros robot, todos los consumidores de droga del planeta confinados en jaulas en grandes estadios deportivos, una escena sexual con rastreador de por medio muy divertida, otra de canibalismo y las de acción -como la espectacular secuencia de pelea en el interior de un taxi en medio de una vertiginosa persecución automovilística o la que tiene como protagonista a un teleférico fuera de control-, con las cuales Kingsman: El circulo dorado reinventa los clichés propios de las películas de James Bond -Incluso los de algún cómics con la reinvención del lazo de rodeo- a un ritmo que resulta prácticamente imposible aburrirse ante todo lo que sucede en pantalla.
Si bien la química entre Taron Egerton y Colin Firth sigue funcionando de maravilla, no hay un desarrollo de los nuevos personajes a excepción del encarnado por la fantástica Julianne Moore, en el papel de una caricaturesca villana de apariencia frágil y encantadora que esconde la personalidad de una auténtica psicópata demente y perversa con un plan estúpido pero divertido, aficionada a la década de los 50 y cuya finalidad es obtener fama y reconocimiento mundial.
Channing Tatum, Jeff Bridges y Halle Berry ofrecen poco más que cameos extendidos, y la inclusión de Elton John, secuestrado por la villana, con su capacidad para auto parodiarse protagonizando momentos surrealistas al son de su clásico "Saturday" tienen gracia un rato y luego cansan.
Sobre el choque cultural entre los metódicos agentes británicos y sus primos estadounidenses, únicamente se centran en el agente Whiskey, interpretado por Pascal, y nunca ahonda en la agencia norteamericana, siendo su única función como organización la de dar una base de operaciones para los héroes ingleses
Esta secuela tampoco esta exenta de algo frecuente en las sagas, la perdida del factor sorpresa, que hace que Kingsman: El circulo dorado adolezca de cierta falta de frescura y originalidad respecto a su predecesora -a excepción de algunos gags-, extendiendo demás algunas escenas por la cual la trama termina alargándose innecesariamente.
Sin embargo, esta continuación que retrae la fina ironía de los diálogos de la primera película en pos de un humor mucho más obvio y facilón, aunque no por ello menos efectivo, suma a las enérgicas y brutales escenas de acción, el sarcasmo y la parodia, una banda sonora que combina tonos de las películas de espías con las de superhéroes, música country y grandes clásicos para hacerla eficazmente entretenida.