Kingsman, el servicio secreto

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

JUEGOS DE GÉNERO

Medio Oriente, 1997. En medio de bombardeos, un grupo de agentes vestidos de negro interrogan a un terrorista. A pesar de las minuciosas medidas de seguridad, el líder de la banda comete un error garrafal: pasa por alto que el hombre apresado tiene una granada escondida. Otro de los agentes advierte lo que va a ocurrir y, a manera de escudo humano, protege a sus compañeros tirándose encima del terrorista. El novato, entonces, se convierte en héroe.

Para honrarlo como merece, Galahad, el descuidado líder y apodo del agente Harry Hart (Colin Firth), le entrega una medalla de honor a su viuda Michelle Unwin (Samantha Womack). Dolida por la pérdida de su esposo, Michelle rechaza tanto la condecoración como cualquier ayuda ofrecida por el servicio. Sin resignarse, Galahad le ofrece la distinción al pequeño Eggsy con la promesa de que, en cualquier momento que necesite ayuda, llame al código inscripto y diga la contraseña “Oxford no perforado”.

Los caballeros de la mesa rectangular perderán a un nuevo agente 17 años después, también de forma heroica, por lo que Arthur (Michael Caine), el líder de la agencia, les pedirá a todos los miembros que postulen un candidato para un nuevo Lancelot.

Lejos de las proezas de su padre, Gary “Eggsy” Unwin (Taron Egerton) dejó a un lado su inteligencia para convertirse en un delincuente. Un día, cansado de las golpizas de su padrastro hacia su madre y hacia sí mismo, le roba el auto a uno de sus protegidos. Pero la broma se vuelve una estupidez cuando es atrapado por la policía. Sin salida y como último recurso, Eggsy recuerda la promesa que una vez le hizo Galahad y pide ayuda.

Ya fuera de la cárcel y en compañía de su maestro y protector, Eggsy probará suerte para convertirse en el nuevo Lancelot. Para ello no sólo deberá aprender cómo defenderse, sino también las reglas más elementales como ser un verdadero caballero.

Si bien es cierto que Kingsman: el Servicio Secreto es una película con marcados estereotipos del género de espías, también lo es que su director y guionista Matthew Vaughn usa y reconvierte sus significados. No es casual que tanto villano como agente destaquen su simpatía por las formas de los viejos filmes de James Bond. De esta manera, se ponen en juego una serie de elementos de género, acción, comedia, violencia (en una dosis inferior a Quentin Tarantino pero que bien podría tomarlo como base) y efectos visuales que se escapan del género pero que terminan por reconfigurarlo y otorgarle varias licencias.

El giro también se percibe en el plan del villano. Preocupado por los cambios climáticos y los efectos que producen los humanos, Valentine buscará, a partir de ciertos métodos, convencer tanto a estudiosos, políticos como a la población de la necesidad de exterminio de varios integrantes de la raza humana pero casi sin ensuciarse las manos.

Vaughn y Jane Goldman realizan un trabajo fino en los diálogos plagados de humor inglés pero también con sutiles toques de ironía o de alusión a otros personajes o hechos. Por ejemplo, la pared con las tapas del diario inglés The Sun, donde puede verse una goleada de Inglaterra, la foto del casamiento entre el príncipe Carlos y Lady Di o la frase “Brad Pitt se comió mi sándwich”; todas muestras de las banalidades que mira la gente frente a misiones secretas encubiertas con dichas tapas.

Lo mismo ocurre con una de las escenas finales donde Eggsy le ordena a Merlín (Mark Strong) que se retire. Pero, en lugar de decirle Merlín, lo llama Mycroft. La frase se pierde al instante pero tiene una connotación mayor: Mycroft es el hermano del famoso detective Sherlock Holmes y dicho diálogo funciona como una confirmación de una misión secreta que se develará en su debido momento.

De la misma forma, en Kingsman: el Servicio Secreto se plantea un juego con guiños a otros filmes. Tal es el caso de la escena donde Galahad acompaña a Eggsy a la sastrería Kingsman, el cuartel secreto, para hacerse su propio traje. En un plano, aparece adelante Galahad y detrás de él un maniquí con un atuendo lleno de condecoraciones: la alusión al traje que usó Firth en El discurso del rey (2010) o, en la escena antes mencionada de Merlín y Eggsy: el agente aguarda al joven dentro de su avión y, de pronto, múltiples soldados vestidos de blanco aparecen de la nada, como si se tratara de Stars Wars: Episodio II- El ataque de los clones (2002).

Otro elemento que ocupa un rol fundamental es la música, como un reconocimiento a la década del 80 a través del uso de varios hits en momentos claves, como un comienzo enérgico con Money for Nothing de Dire Straits (1985) a todo volumen.

A través de todos estos recursos, Vaughn no se limita a tomar los estereotipos del género de espías y crear otras posibilidades, sino que plantea un juego plagado de guiños y elementos establecidos- estereotipos, música, humor- a partir de esa reconfiguración. Entonces, cualquier libertad está permitida y funciona dentro del patrón Kingsman…, cualquiera vale remarcar, sobre todo en el final donde hay que rescatar al mundo de un maléfico villano, el galán es un joven y la damisela que debe rescatar es una princesa que olvidó en su cautiverio ciertas reglas de protocolo.

Por Brenda Caletti
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