Kingsman: El servicio secreto me hizo feliz. No se ven muy seguido películas como esta y, cuando aparecen, arrojan un fulgor que ensombrece a las demás. Kingsman logra algo tan fresco, entretenido e inteligente echando mano a recursos tan nobles y hasta cierto punto sencillos que parece fácil, una película más, y sin embargo, si así fuera, estaría lleno de películas así y no, aparecen muy cada tanto.
Por supuesto que el gran responsable es Matthew Vaughn, su director, que ya había adaptado un comic de Mark Millar con la extraordinaria -y en muchos aspectos parecida- Kick-Ass - Un superhéroe sin super poderes, y que después había dirigido la mejor película de la franquicia de los X-Men (X-Men: Primera generación). Acá vuelve con energía, imaginación y sentido del humor para adaptar otro comic no de superhéroes sino de espías, pero con la misma autoconsciencia de Kick-Ass.
Ya desde el comienzo, Kingsman explota al máximo su tono lúdico cuando unos helicópteros bombardean un palacio de Medio Oriente al ritmo del riff de Money for Nothing, de Dire Straits. Sentadas esas bases, la cosa nunca deja de ponerse cada vez más jocosa con un villano ceceoso (extraordinario Samuel L. Jackson), su socia con cuchillas en lugar de pies (Sofia Boutella), un cameo de Mark Hamill y cabezas explotando al ritmo de la música.
La historia: Arthur (Michael Caine) es el líder de los Kingsmen, un grupo de espías ingleses. Tras la muerte de uno de ellos, tienen que buscar un reemplazante, y varios jóvenes son entrenados en diversas pruebas mortales en una especie de Hogwarts del espionaje. Uno de ellos es Eggsy (Taron Egerton), hijo de otro espía que murió varios años antes.
Al mismo tiempo, los Kingsmen tienen que encontrar al asesino de su compañero y así dan con el millonario filántropo Richmond Valentine (Jackson) que secuestra celebridades (Iggy Azalea es una de ellas) en una especie de Arca de Noé.
Cada escena es una fiesta (hay hasta una persecusión de autos en reversa) y si bien no es una película de misterio ni pretende tener muchas vueltas de tuerca, cualquier cosa puede pasar; si bien la película tiene un tono ligero y de comedia, mueren personajes importantes.
Kingsman es una película de espías autoconsciente pero que no se regodea en la cita y funciona por sí misma. Sí hay un delicioso diálogo entre el héroe (Firth) y el villano (Jackson) en el que los dos añoran las viejas películas de espías que no eran tan serias. También hay referencias explícitas a James Bond, Jason Bourne y hasta Jack Bauer.
Pero si bien no hay que ser un cinéfilo recalcitrante para entender estas referencias, son pocas, justas y apenas agregan pimienta: Kingsman es un placer que no precisa credenciales para ser disfrutada y Matthew Vaughn es un director, además de talentoso, querible, que ojalá nos de muchas más películas como esta.