Una película al servicio del cine de espías.
La nueva producción de Matthew Vaughn (Kick-Ass, X-Men: primera generación) posee todos los elementos de acción e intrigas, sumando toques de comedia pero sin ridiculizar a la saga de James Bond. Y con buenos actores.
Una de espías, o de superespías, que remite a Bond, a James Bond, pero sin la parafernalia de efectos visuales y sonoros y la destreza física y mental del 007 interpretado por Daniel Craig en tramas cada vez menos interesantes.
Una de espías que mira a Bond sin ridiculizarlo, sin tomárselo en broma, sin caer en el gesto paródico.
Kingsman: el servicio secreto emprende un camino parecido al de Flint, agente secreto (1966) con el gran James Coburn, que miraba a aquel Sean Connery como 007, pretendiendo ser como él, no mofándose de sus hábitos y costumbres.
Por eso, la película de Matthew Vaughn (Kick Ass y X-Men: primera generación) describe un universo archiconocido desde el argumento y la puesta en escena, aquel de espías y superespías, pero sumándole toques personales, simpatía, algunas situaciones que irradian originalidad y una sensación de lúdico placer que transmiten los personajes centrales y secundarios.
Por lo tanto, entre otros, allí están el experto espía Harry Hart que encarna Colin Firth (estupendo); el aprendiz Eggsy con destino lumpen (Taron Egerton); Valentine, el villano que sesea (Samuel L. Jackson) y el adoctrinador al estilo "Q", interpretado por Mark Stong. Y un secundario notable, con unas piernitas muy especiales, personificado por la bailarina Sofía Boutella.
Pero Kingsman no sólo es una colección de nombres actorales sino una puesta al día de reminiscencias pop de los años '60, que se conjugan con lo flemático y la ironía que bien les pertenece a los británicos. Como si se hubieran fusionado escenas de films con los Beatles junto a instantes del free-cinema inglés de aquellos años más la pirotecnia artesanal de los primeros títulos de James Bond con Connery como 007.
De este mejunje muy british emerge una visión cálida y disfrutable del asunto, sin profundizar demasiado en el verosímil pero tampoco en la caricatura y en el gesto demodé y cómodo de cierto cine británico muy creído en sí mismo.
De allí que las acrobacias de Hart y su instinto asesino y elegancia inglesa, el aprendizaje y las pruebas que debe afrontar su elegido, las indicaciones y órdenes del personaje de Strong sobre el tema y las maquiavélicas decisiones del malo desatado que encarna Jackson, pueden verse desde el cristal de la simpatía, sin regodeos cinéfilos ni citas inútiles, proponiendo una especie de déjà vu sin culpas donde una película como Kingsman navega cómoda y feliz.
Además, la banda sonora, con Dire Straits, KC and the Sunshine Band y Roxy Music suma puntos.