Al servicio secreto de su majestad
Este muy buen ejemplo de cómo se construye una parodia abre con una escena de extremo impacto visual, explosiones, aviones, locaciones volando en pedazos con la canción “Money for nothing” (Dinero para nada) por Dire Strait. La interpretación de éste, algo más que un detalle, queda a cargo de cada uno.
Pero ya inmersos en ese registro de manera abrupta y genial, nos pueden llevar para donde quieran, no sólo en la construcción de un verosímil, sino en las posibilidades estructurales del relato, desde la composición de los personajes, hasta la presentación y resolución del conflicto presentado.
Claramente se advierte que el texto de origen al cual se lo intenta representar de manera risueña es James Bond, pero realizado con mucho respeto, tanto por el personaje creado por Ian Fleming como por el espectador. Del mismo modo se puede reconocer elementos de otras sagas, como la británica “Los vengadores” (serie de TV 1961-1969), o la yankee “Los agentes de C.I.P.O.L” (srie 1964-1968).
El director Matthew Vaughn, el mismo de “Kick-Ass” (2010), y “X-Men: Primera Generación” (2011), adapta un nuevo cómic del guionista escocés Mark Millar y le da el tono flemático inglés del agente 007. Intrínseco de esa cualidad característica de lo que representa la traslación de una historia gráfica, termina por diseñar algo nuevo y diferente.
“Kingsman: El servicio secreto” cuenta la historia de un delincuente adolescente, huérfano de padre, que vivió siempre por los barrios bajos de Londres, y que pronto verá que su vida cambiara radicalmente (no estoy haciendo ninguna apología política en este caso), gracias a la ayuda de un misterioso hombre.
De criminal pasa, casi inexplicablemente, a ser elegido APRA, e incorporarse a la elite de agentes al servicio de la reina, ser parte de la lista de los espías más importantes del país: su tarea es proteger sin ser registrado, digamos siendo invisible y en secreto, las calles que antes usaba únicamente en su beneficio propio.
La historia cierra con un plano del final de la espalda de una princesa escandinava, que esta por devolver favores a nuestro héroe que acaba de rescatarla. Esa sola escena seria un muy buen ejemplo, cuasi perfecto, de lo que es el film, eso que ya se suele esperar del incitante estilo del director londinense, una sensacional mixtura entre el clasicismo cinematográfico más ortodoxo y la revolución rítmica tecno acelerada de finales del siglo XX y principios de éste con swing, rock, el conspicuo camino de elegir lo mejor del “camp” y mostrarlo como el peor “kitch” para saltear al mal gusto.
No es casual el subtitulo de la producción que hace referencia al filme con el que se titula esta nota, y que está como perdida en la memoria de todos, hasta de los seguidores de la serie Bond, la única interpretación del agente 007 realizada por el actor australiano George Lazenby.
Esta realización está plagado de escenas llevadas casi al paroxismo visual, e inmediatamente presenta una colección de gadgets ocurrentes, no detiene, suma, incluyendo varias subtramas, la principal seria la de selección y formación a lo X-Men, de los futuros integrantes del grupo de elite, ardides de espías en plan tipo “Casino Royal” la de 1954, pero con montaje y rítmica casi futurista, que acaban por argumentar cualquier giro de matriz del género.
Lo que termina por producir una armonía energética entre la acción tipo de los dibujos animados y la construcción, evolución y desarrollo del drama basado en los personajes, la argamasa crece, la historia empuja y ya en su cuenta regresiva del fin del mundo, el tan mentado humor inglés del texto y del elenco jamás la deja desplomarse.
Hablar de los rubros técnicos sería una redundancia, pues aplican a la perfección con toda la producción. Y por si fuera poco, el filme cuenta con un reparto de lujo entre los que se destacan Colin Firth, increíble, Samuel L. Jackson, como el antagonista perfecto, Michael Caine, casi un padrino inglés, y Mark Strong, un perfecto emulo, o “mimesis”, de M: Todo un seleccionado.
Divertida, ocurrente, inteligente, a pura acción.