Todo lo que “El Destino de Júpiter” (Jupiter Ascending, 2015) hace mal en cuanto a la explotación de un género como la ciencia ficción, la nueva película dirigida por Matthew Vaughn lo ejecuta con maestría tomando como base las clásicas películas de espías ingleses y sus derivados.
“Kingsman: El Servicio Secreto” (Kingsman: The Secret Service, 2015) tiene de todo. Acción sin respiro, aventura, entretenimiento, humor negro, referencias a la cultura pop y un elenco tan distinguido como inverosímil (en el mejor de los sentidos), porque admitámoslo, ¿quién podría creer que Colin Firth patea traseros de la forma en que lo hace, sin perder ni por un segundo el glamour y el porte británico que tanto lo caracteriza?
“Kingsman” es James Bond recargado. Toma cada uno de sus elementos formales, los da vuelta como una media, los mastica y luego los regurgita en un amasijo de violencia desenfrenada que hace ver al agente del MI6 como un niñito de pecho que apenas está dando sus primeros pasos.
La violencia es gráfica y es mucha, y un mecanismo esencial en las películas de Vaughn cuando no tiene que apegarse al formato “para toda la familia”. Es el hilo conductor de esta historia y el fundamento de esta parodia que no es parodia, sino una nueva vuelta de tuerca al subgénero de espionaje que ha gozado de altos exponentes en la última década, tanto televisivos como cinematográficos.
Esta es apenas la quinta película del director, guionista y productor inglés, todas adaptaciones con mayor o menor éxito. Tras haber llevado a la pantalla grande sus versiones de “Kick-Ass” (2010) y “X-Men: Primera Generación” (X-Men: First Class, 2011), vuelve a probar suerte con los cómics de la mano de “The Secret Service”, una historia de Dave Gibbons y Mark Millar publicada en el año 2012.
Junto a su coguionista de cabecera, Jane Goldman, tomaron la esencia de la novela gráfica para contar su propia historia demencial sobre Kingsman, una organización ultra secreta de espías ingleses destinada a proteger al mundo de las amenazas terroristas más diabólicas.
Diecisiete años atrás, el agente Harry Hart (Colin Firth) -también conocido como Galahad- fue salvado por un novato que dio su vida a cambio, un sacrificio que lo puso en deuda con la viuda y su pequeño hijo que jamás supo las circunstancias en las que falleció su padre.
El pequeño Gary 'Eggsy' Unwin no creció siguiendo los heroicos pasos de su viejo, pero sí una vida mundana llena de maltratos que lo convirtieron rápidamente en un delincuente callejero, más allá de sus grandes aptitudes, su astucia e inteligencia.
Tras el rescate fallido del profesor Arnold (Mark Hamill), cautivo en una cabaña en las nevadas montañas de Argentina (¿?), Kingsman pierde a uno de sus hombres clave, Lancelot (Jack Davenport), a manos (mejor dicho piernas) de la cruenta Gazelle (Sofia Boutella), asesina despiadada y asistente personal del extravagante multimillonario Valentine (Samuel L. Jackson).
Ahora, cada miembro de la organización debe proponer a un joven candidato capaz de ocupar el lugar que quedó vacío entre los Caballeros de esta moderna Mesa Redonda liderada por Arthur (Michael Caine). Un prospecto que se someterá a un estricto programa de reclutamiento y eliminación del cual, tal vez, no salga enterito.
Saldando las deudas del pasado, Eggsy (un ignoto y brillante Taron Egerton) se convierte en el discípulo de Harry y pasa las siguientes semanas aprendiendo sobre el recontra espionaje: lidiando con sus compañeros, las misiones asignadas y un pequeño perro, todo esto bajo la estricta vigilancia de Merlin (Mark Strong), algo así como la activa contrapartida de “Q” en este multiverso ultraviolento.
Al mismo tiempo, una nueva amenaza se extiende por el mundo. Entre secuestros de famosos y mandatarios, Valentine -todo un genio de la electrónica- se prepara para dar su gran golpe. Es tarea de los Kingsman descubrir que maquiavélicos propósitos se encuentran detrás de este extraño personaje, más precisamente de Galahad, el más experimentado de todos ellos.
“Kingsman: El Servicio Secreto” atrapa desde los títulos. Súmenle una increíble banda sonora ochentera -que va desde Dire Straits hasta Bryan Ferry- muy al estilo de “Guardianes de la Galaxia”, unas estrambóticas escenas de acción, una cámara vertiginosa y grandes actuaciones (acá nadie desentona y los estudios deberían fichar a Egerton para cualquier vacante de joven superhéroe); pero más allá de todo funciona porque juega con las convenciones de la clásica película de espías y se ríe de ellas en su propia cara, haciéndonos que nos descostillemos de risa a la par.
Acá, lo predecible es impredecible y viceversa. Nada es lo que parece, pero todo en algún punto se asemeja. “Kingsman” es irreverente y violenta, es clásica y moderna y, ante todo, muy, pero muy inglesa.