Espionaje de alto contraste.
Una mirada apresurada de Kingsman podría confundirla con apenas una entrega más del cine de entretenimiento inglés, pero no lo es. Por el contrario, esta nueva propuesta del cine de espionaje incursiona en un híbrido de rara ocurrencia en la pantalla: es una comedia satírica de acción.
No se trata de cualquier comedia. El humor de Kingsman es cínico, irreverente y morboso. Mucho menos se trata de cualquier película de acción, sino tal vez de uno de los mejores exponentes en la materia de los últimos años. Es visceral, explícita, creativa y técnicamente insuperable. Sin temor a exagerar, puedo asegurar que contiene una de las mejores escenas de acción que he visto en el cine.
Kingsman no repara en la audiencia ni a la hora de los chistes ni a la hora de los golpes, y eso la hace original, pero es una propuesta que explora géneros de alto contraste, lo que suele incomodar al espectador. Su humor satírico destiñe la verosimilitud del resto de la fórmula, que invierte en grandes escenas de acción y también en recetas conocidas del cine de espionaje. Pero incluso así, la película funciona, aunque quizás un guion mejor pensado hubiera perfeccionado el resultado.
Kingsman es por momentos una muy buena sátira del mundo del espionaje (y a veces del mundo en general) y por momentos una excelente película de acción. Como propuesta integral también es buena, pero podría haber sido mejor con más esmero en el desarrollo del guion. Sin dudas las partes superan el todo, pero el todo vale la pena.