Espiar con estilo
Kingsman es una organización británica de espías súper secreta, cuyos miembros visten formalente y con elegancia. Hay mucho de James Bond en el filme, pero también del flemático John Steed de "Los Vengadores", especialmente cuando los agentes usan sus paraguas como armas y evitan perder la compostura, aún durante feroces peleas.
La organización debe reemplazar a un agente caído, y para ello cada miembro debe postular a un novato, a quien además apadrinará. Harry Hart (Colin Firth) opta por darle una oportunidad al hijo de un viejo camarada que dió su vida por él. El joven no tiene nada de refinado y es bastante pendenciero, pero tiene cierto potencial; por ello es entrenado para cubrir el rol del agente Lancelot, tal el nombre de guerra que le corresponderá.
Mientras tanto, un villano más digno de Austin Powers que de Bond -a cargo de Samuel L. Jackson-, planea crear caos en el mundo mediante un cotidiano implemento que toda la población usa. El experimentado Hart asume la misión de atrapar al villlano y desarticular su plan, una misión que lo llevará al límite, y para la cual necesitará la ayuda del novato.
El director Matthew Vaughn, de quien disfrutamos "Kick Ass" y "X-men: First Class", nos propone un filme cargado de humor, acción y violencia, esa que sabe mostrar al extremo y con ingenio. Las escenas de pelea son estupendamente coreografiadas, con los efectos especiales al servicio de lo quiere mostrarse.
"Kingsman: El Servicio Secreto" es un filme algo burlón sobre el mundo de los espías, sin más pretención que la de entretener con calidad. Y lo logra con creces.