En los minutos iniciales de la película, una leyenda impresa sobre las imágenes nos orienta: “Cuando hay censura, es en las calles y en la arquitectura -el rostro de la ciudad- donde el pueblo escribe su historia y sus protestas”. El ensayo fílmico de Mario Levin girará entonces en torno a los acontecimientos -muchos de ellos reclamos por hechos de injusticia social- en que la elegida parte de la arquitectura porteña (el kilómetro cero, sus palacios, sus plazas, sus calles) es sede y, muchas veces, responsable. El documental traza una línea libre y sin orden cronológico de la historia nacional, siempre con el barrio del Congreso como eje, y con cierto godardismo como guía formal. La presencia del artista plástico Santoro y su sensibilidad peronista es otra pista en esta poesía caótica y pesimista, que sólo asume el partidismo artístico pero con la potencia del discurso crítico como timón y premio. El cero es aquí un punto de partida hacia el abismo; es representación del vacío de las decisiones voraces de unos pocos; un kilómetro cero que dividió y divide a la ciudad en dos suertes.
La música de Marcos Franciosi por momentos se acerca a un drone ambient oscuro que encaja a la perfección con la rasposa y lúgubre voz en off de Ricardo Ragendorfer, así como con la mirada tan realista como lapidaria que imprime Levin en esta breve ficción urbana de nuestra historia, articulada desde la no-ficción de una mayoría de hechos tremendos. Aunque también hay en estos 62 minutos de libertad artística algunos atisbos de optimismo que quedan demostrados en las comparaciones que hace Levin del progreso social que se dio entre los años 2003 y 2014; imágenes de manifestantes de derechos humanos -junto a las Madres de Plaza de Mayo pidiendo la nulidad de las leyes de punto final y obediencia debida- que llevan sobreimpresa una leyenda que toma una postura más clara: “antes eran pocos, ahora son muchos”. Estas imágenes de las Madres se unen a otras manifestaciones icónicas del Congreso como, por ejemplo, la marcha del orgullo gay. Levin baja línea desde la poética, tanto desde los textos leídos como desde los planos, generando un extraño documental con el bello embrujo de la deformidad.