Hay dos escenas que se suceden en el primer tercio de “Kóblic”. En la primera, el comisario que interpreta Oscar Martínez escucha en el correo del pueblo que el piloto Tomás Kóblic (Ricardo Darín) es militar y, para obtener algo más de información, se lleva al encargado al patio y termina matando a su perro, que no para de ladrar. La escena siguiente lo tiene a Kóblic en una conversación con Nancy (Inma Cuesta) en la cual, tras tres líneas de diálogo, ya están besándose.
Ambas funcionan como muestrario de todo lo que está bien y mal en la película. Por un lado está el toque actoral de Darín, refinado y contenido; uno de los infalibles recursos naturales de nuestro cine (de buena labor, la española Cuesta se sitúa en la misma línea). Por otra parte, una alarmante ligereza en la dirección de actores, con una escena –la primera- en la que los matices brillan por su ausencia y se llega al pico dramático en un abrir y cerrar de ojos.
Finalmente, allí también Borensztein (director y guionista otra vez) sienta las bases para dos ejes de la trama que nunca son tales: una rivalidad y un romance. Ahora bien, por mera convención, el espectador dirá para si mismo “uh, estos dos se van a matar” o “estos dos se van a enamorar”, pero no vemos una construcción de los personajes que justifique estas cuestiones más allá de la convención. Sin embargo, es desde estos dos ejes que el film pretende desarrollar una tensión creciente y el avance de la historia. Entonces, lo que tenemos de repente es un conflicto enorme que apareció sin información que lo justifique y que se toma muy en serio.
Aunque resulta poco probable debido a la temática y la época elegida (un piloto de la armada que se da a la fuga tras desobedecer a sus jefes en 1977), uno desea en algún rincón de su intestino que todo sea un gran chiste, especialmente por la falta de sutileza en los momentos decisivos –ni hablemos del uso del fuera de campo-. Podría decirse que la puesta en escena de una amenaza, pelea y/o muerte implica distintos grados de emoción en líneas generales. No aquí: todo se trabaja por igual, sin recorrido, con una desesperación y torpeza alarmantes. Hay en “Kóblic” una idea de tensión dramática tan errada que la única ‘gran’ revelación de la película (no nos equivoquemos, tiene que ver con el personaje de Cuesta, ya que la razón por la cual el piloto se esconde en un pueblito la conocemos apenas inicia el film –y así y todo, los flashbacks “tormentosos” le dan un innecesario carácter misterioso-) pasa sin pena ni gloria.
Quisiera poder rescatar algo más, pero realmente me resulta una pieza fallida, realizada sin seguridad, demasiado confiada en lo que viene dado (el éxito previo de la dupla Darín-Borensztein, muy buenos actores). Y el cine no es algo que se hace así nomás.