En el último lugar del mundo.
Sebastián Borensztein vuelve a dirigir luego de la exitosa Un Cuento Chino, cambiando completamente de género y enfoque cinematográfico. Esta historia está situada en aquella época nefasta de la dictadura militar, y centra su atención en el piloto de la armada Kóblic, un aviador que participó de los llamados “vuelos de la muerte”, a quien su conciencia lo remuerde una y otra vez. Con el fin de esconderse, un amigo lo albergará en un pueblo que pareciera estar situado en el fin del mundo, allí -lejos de hallar la paz que tanto desea- se encontrará con un infierno personal, el cual se incrementará a medida que interactúe con los habitantes del pueblo, exponiéndose a todos esos demonios que lleva dentro.
Ricardo Darín brilla actoralmente en el papel principal: su personaje busca redención, una personal no social, y el intérprete convence de manera extraordinaria. La película adopta la premisa de “no hay dónde escapar cuando lo que nos persigue es la conciencia”, sin embargo al llegar a este pueblo cuasi abandonado, y tras algunas situaciones de encuentros desafortunados, el argumento se establece más en un género que da algunas ideas de western, con persecuciones y romance (este es el punto más flojo de la película, donde todo en el guión está muy bien marcado y desarrollado, y este romance -que sugiere una pasión que no condice con lo que se cuenta en pantalla- parece no terminar de encajar).
La crisis interna que atormenta a Kóblic se topa con menesteres del propio pueblo en sí: el romance mencionado, con un desenlace forzado, y el encuentro con el Comisario del pueblo, un ser nauseabundo, completamente rechazable (el trabajo de Oscar Martínez es impresionante, desde su caracterización hasta su modismo en el habla logran una de los mejores interpretaciones del actor).
Existe un trabajo de casting excelente, con caras que no se han visto anteriormente, la participación de la española Inma Cuesta (logra un acento argentino impecable) suma y completa un elenco que acompaña de manera formidable a los dos monstruos de la actuación que lideran el relato. Monstruos en la actuación y monstruos en sus personajes; adhiero a una colega en la idea de que el personaje de Darín nada tiene de medias tintas, y quizás se hubiese apreciado una decisión más firme de llevarlo al extremo.
Pocas películas han tratado el tema de los vuelos de la muerte en sus guiones; en esta oportunidad el hecho funciona como disparador para dar lugar al resto de la historia. Kóblic no llega a ser un antihéroe; es sólo un hombre atormentado, tratando de sobrevivir y haciendo lo que sea necesario para lograrlo. Estamos ante una buena opción del cine nacional, el cual necesita cada vez más de historias que atrapen y mantengan al espectador frente a la pantalla, absorto ante lo que se le presenta.