El asesino arrepentido
El proceso de reorganización nacional ha sido un punto de inflexión importantísimo para el cine argentino. Ya con mencionar que las únicas dos películas argentinas ganadoras del premio Oscar hayan girado alrededor de la última dictadura militar, habla mucho sobre la visión internacional que se tiene sobre la historia reciente argentina. Es un suceso que marca a fuego la concepción de una memoria activa, y es por eso que nunca deja de ser una temática vigente en nuestra cinematografía.
Teniendo eso en claro, es momento de definir a Kóblic (2016) como una película netamente de género. Bueno, en realidad de varios géneros. El nuevo film de Sebastián Borensztein significa un cambio abrupto desde su último largometraje Un Cuento Chino (2011), dejando la comedia de lado para enfocarse en un drama existencial sobre las implicancias morales detrás de los hechos atroces de la última dictadura que azotó al país. Elementos del western y el cine negro se cruzan para retratar una época convulsionada por la violencia y la persecución ideológica, en contraposición del llamado cine testimonial o de corte ceremonioso con el que se representa muchas veces este periodo.
En pleno 1977, Tomás Koblic (excelente Ricardo Darín) es un capitán de la armada arrepentido de formar parte de los llamados vuelos de la muerte. Es el remordimiento de ver como se torturaban personas y se las arrojaba al Río de la Plata lo que hace que se subleve en medio de uno de esos vuelos y decida escapar bien lejos de sus culpas. Con la excusa de ayudar a un viejo amigo de su padre fumigando las cosechas, Koblic llega a Colonia Elena, un pueblo del interior bonaerense sometido por el repulsivo y corrupto comisario Velarde (un muy bien caracterizado Oscar Martinez).
Allí conocerá a Nancy (la española Inma Cuesta, imitando a la perfección nuestro acento del interior), una mujer atormentada por sus propios secretos con la que comenzará un apasionado romance para salir del letargo. Pero lo que en principio parecía ser el primer paso para construir una vida nueva, terminará siendo lo que condene a Koblic a revivir una y otra vez sus propios fantasmas.
koblic (2016)
Borensztein toma prestados componentes del western clásico para presentar un personaje que asume el papel del renegado, del forastero que intenta mantenerse al margen de una realidad que le es ajena, pero que a fin de cuentas termina involucrándose para impartir su propia visión de justicia. Una propuesta que tiene en Ricardo Darín al mejor intérprete a la hora de recrear la naturaleza ambigua y taciturna del protagonista, cercana al film noire. Algo que contrasta notoriamente con el nauseabundo comisario Velarde de Oscar Martínez y su facilidad para generar repugnancia en el espectador.
“Kóblic no existe, es un personaje de ficción. Lo que sabemos todos es el contexto histórico, que hubo cientos de vuelos, cada uno debe haber sido un infierno y uno puede imaginar que puede haber pasado de todo”, afirmaba el director durante la presentación del film, intentando aclarar que bajo ningún concepto se quiso redimir a un militar cómplice del terrorismo de estado. Sin importar lo tan arrepentido que esté.
Esto es algo que no deja de ser osado e innovador, teniendo en cuenta que ciertos elementos del argumento – sin contar el carisma natural de Darín – puedan generar una empatía del público, en donde se llegue a justificar el accionar del personaje, y en consecuencia su pasado.
Párrafo aparte se merece la sublime dirección de fotografía y la acertada elección de locaciones compuesta por la desolada geografía de San Antonio de Areco y sus intermitentes lloviznas. Son detalles como este los que permiten transmitir una ambientación lúgubre y distante del pueblo para que vaya a la par de las reflexiones del atormentado piloto.
De esta manera, la sumatoria de grandes exponentes en cada rubro de producción hacen de Kóblic (2016) uno de los puntos álgidos de un cine argentino en constante crecimiento. Afirmando una vez más que Borensztein es de los pocos directores que pueden transitar libremente entre el cine de autor y las propuestas claramente orientadas a la explotación comercial, sin perder su particular estilo en el camino.