De cómo eludir lo “testimonial” para contar la historia
Un guión excelente, que sabe adaptar a nuestras pampas la tradición de los géneros asumidos. Un equipo de primera. Un elenco de lujo, desde los protagonistas hasta el último extra. Y un director con la mano exacta para aprovechar equipo, elenco, historia, y en especial los ecos de la Historia. Eso es "Kóblic", sin exagerar demasiado.
En cierto modo, se trata de un western. Supongamos, uno donde un oficial de caballería se indisciplina y se manda mudar, asqueado por el asesinato de indios indefensos. Para la mentalidad de su cuerpo, más que un desertor es un traidor en tiempos de guerra. El clásico renegado al que conviene eliminar. Y al que sólo un amigo puede dar refugio. Pero ese amigo está peleado con el corrupto sheriff del pueblo vecino. Encima, hay una chica dominada por una bestia.
Pero es muy difícil hallar un western con ese punto de partida. Menos, un sheriff en negocios turbios con un coronel del Ejército. Ahora, traslademos eso a 1977. Un oficial aeronáutico asqueado de los vuelos de la muerte. Los "servicios" lo buscan, un compañero de armas lo invita a volver con falsas promesas, el comisario advierte su condición militar, teme que haya venido a vigilarlo y busca sacárselo de encima. Y la chica quiere tenerlo encima.
El relato es sólido, bien contado, no desbarranca nunca, provoca inquietudes, expectativas, también gratificaciones inhabituales. Pinta en dos diálogos mínimos, entre Ricardo Darin y Mercedes Oderico, el drama de tantas esposas de buenos militares que nuestro cine nunca dijo. Describe mejor que una película "testimonial" lo que habrá sido uno de esos vuelos. Nos sumerge en la realidad cotidiana de aquella época eludiendo totalmente el cine político. Más aún, le quita al cine político la exclusividad sobre ciertos temas, y les da a éstos otra perspectiva. Y lo hace con gran nivel en todos los órdenes.
El autor es Sebastián Borenzstein, aquí con Alejandro Ocon como co-guionista. Son buenos observadores y buenos narradores. Darin personifica con toda precisión a un oficial de aquel entonces. Oscar Martínez se arriesga componiendo un comisario casi de sainete criollo, y a las pocas escenas ya tiene al público debidamente convencido (cómplice necesaria, la gente de maquillaje y peinado de Alberto Moccia). La española Inma Cuesta no sólo es linda y buena actriz, sino que logró hablar tal como una mujer del campo bonaerense (y nos consta que no está doblada). El resto, ya lo dijimos, también es de lujo: Mercedes Oderigo, el grandote Bernardo Forteza, Rafael Fernández Rosendo (el amigo de la familia), Marcos Cartoy (el peoncito), Ariel Gigena (el empleado), Marcelo D' Andrea (el superior que lo encuentra en la doma), etcétera.
Después, alguien podrá discutir que los Skyvan como el que aquí vemos eran de Prefectura, y que el Comando de Aviación Naval solo usaba los Lockheed L-188 AF Electra, y acaso también un Douglas-DC3. Sobre esto hay detalles que todavía se ignoran, y mucha gente que prefirió callarse. Otros discutirán por la "desacralización" de un tema que consideran de su exclusividad. Pero eso es algo que al público poco le interesa. Sobre todo, cuando la película es tan buena.