Aventuras oceánicas
Kon-Tiki termina resultando un más que ameno producto. Basado en hechos reales, el film noruego posee una base sólida como una roca en cuanto a estética visual, encontrando en la mitad del relato su plato fuerte y más apetitoso.
Obstinado y encerrado en su terquedad, Thor Heyerdahl está dispuesto a comprobar una teoría en la que se halla abocado hace tiempo, intentando demostrar cómo indígenas sudamericanos pudieron arribar a la Polinesia miles de años atrás. Sin financiación de terceros al tildar su idea de descabellada, nuestro protagonista reúne un equipo de cinco hombres para embarcarse por cuenta propia y llevar a cabo una travesía tan peligrosa como emocionante.
Con un ritmo apreciable y una más que lograda puesta en escena, la película posee la condición de sumergir al espectador de lleno en una aventura admirable, haciéndolo partícipe y transportándolo a estados a través de los cuales pueda meterse en la piel de los personajes y experimentar diversas percepciones.
Thor, como líder y conductor del grupo, no acepta que la balsa sea construida con elementos más avanzados que los utilizados por los propios nativos, asumiendo así un compromiso más riesgoso y real con la causa. A partir de allí y con un abanico de trances a enfrentar, estos audaces muchachos comienzan a toparse con diversas controversias que van surgiendo. Tiburones, tormentas y debilidades de su navío los acechan, generándose un clima tenso y en instancias agobiante.
Kon-Tiki es una historia de superación y de un esfuerzo sobrehumano, tenaz, así como también una estampa acerca de valores, compañerismo y trabajo en conjunto. Una hazaña bien contada, que en su desarrollo encuentra los puntos más críticos y de mayor nervio, aunque no acabe de ocasionar una sensación de saciedad.
LO MEJOR: agradable de ver, estimable. Bien narrada. Los pasajes de tensión. Lo interesante que resulta la aventura. Actuaciones.
LO PEOR: no pule del todo la emoción. No invita a verla nuevamente.
PUNTAJE: 7