Ortega y Gasset escribió aquello de ser “el hombre y su circunstancia”. Tal vez la del explorador sea la circunstancia “más elegida” a la hora de analizar los diferentes momentos de su vida. En definitiva es el hombre impulsado por la curiosidad o el inconformismo ante las estructuras establecidas y aceptadas. El que no sólo dice “no puede ser” cuando le cuentan que La Tierra es plana, además va a probarlo poniendo el cuerpo, el alma y sus convicciones.
La gesta de Kon Tiki remite inmediatamente a 1984, cuando el argentino Alfredo Barragán y sus amigos quisieron probar que antiguamente ya se cruzaba el océano siguiendo ciertas corrientes marítimas. Lo hicieron también en balsa, desde las Islas Canarias a Venezuela. Cuatro años después se estrenaba el registro documental de aquél viaje, la indispensable “Expedición Atlantis” (1988), una singular y atípica producción nacional.
Pero 37 años antes de ese viaje, en 1947, ocurrió otro cruce de características épicas. Era para probar que las civilizaciones precolombinas pudieron haber cruzado el Océano Pacífico. Del Perú a la Polinesia por ejemplo. ¿Por qué los ídolos, totems y fetiches se parecen tanto entre los Incas y las tribus cercanas a Nueva Zelanda? Esta y otras preguntas que obedecen a la curiosidad científica fueron los disparadores de ese viaje, también en balsa. La gesta de Barragán tiene muchas coincidencias con la de Thor Heyerdal. Ambas fueron en el mismo tipo de embarcación, cruzaron océanos y en ambos casos se hizo un registro fílmico que terminó en sendos documentales estrenados, curiosamente, cuatro años después de sus respectivos viajes. En el caso de Kon Tiki (1950) ganó el Oscar a mejor documental. Por último su versión de ficción del mismo nombre, es la película enviada a los premios de la academia de Hollywood en 2013, y es la que ahora se estrena entre nosotros.
Thor Heyerdal (Pål Sverre Hagen) es un científico explorador flaco, alto, de contextura caricaturesca, pero muy obstinado a la hora de probar sus teorías antropológicas. Debe vivir tal cual los seres que estudia. Bajo esta premisa se embarca junto a un grupo de hombres para llevar a cabo, en la balsa que le da nombre a la obra, la expedición antes mencionada. Por supuesto, “Kon Tiki, un viaje fantástico” narra la experiencia y sus consecuencias.
La dupla noruega Joachim Rønning - Espen Sandberg lleva años trabajando en conjunto. Se nota en el producto final. Ambos manejan con solvencia narrativa tanto el preámbulo de la historia, útil a la construcción del personaje principal con sus obsesiones; como el desarrollo del viaje per sé. Hasta tuvieron que modificar una de las personalidades del grupo. Así vemos a Herman Watzinger (muy bien interpretado por Anders Baasmo Christiansen) como un tripulante temeroso y escéptico que aporta algunos tintes dramáticos, para poder sostener la tensión generada por el aspecto indefenso de la embarcación frente a la imponencia del agua y sus inclemencias. En realidad, el viaje verdadero salió demasiado bien. Lo suficiente como para carecer prácticamente de conflicto. Por eso los cambios.
Bellamente filmada, compaginada y fotografiada, “Kon Tiki, un viaje fantástico” aporta visualidad más rigor histórico para ayudar al espectador a entender el tamaño de semejante empresa. Sin embargo, hay una elección de los directores que por momentos atenta contra el ritmo narrativo. Mientras que la primera hora tiene un dibujo casi perfecto del personaje, éste deja desde el inicio del viaje en adelante de ser el catalizador absoluto de todo lo que sucede. Esa personalidad va abandonando esa suerte de omnipresencia para dejarle el lugar al viaje, al resto de la tripulación, y a los elementos periféricos como el clima o los tiburones. Es decir, hay una energía que se dispersa quitándole algo de dramatismo al producto final.
Claramente este no es un factor determinante para disfrutar del producto final. La realización es ante todo una aventura bien contada que vale la pena cada centavo de la entrada.