Contra y viento y marea
La epopeya del increíble viaje en balsa, espectacular y real.
Cada vez que comienza la proyección de una película y se sabe que está basada en hechos reales, la sensación suele reiterarse: se teme que la ficcionalización agrande las cosas, la sobredimensione o arruine. Los ejemplos, lamentablemente, abundan.
No es el caso de Kon-Tiki: Un viaje fantástico, que se basa en la historia y el best seller de Thor Heyerdahl, líder de un grupo de seis valientes (¿locos?) que realizó una travesía increíble, en 1947.
Thor, que casi muere congelado de niño, sin saber nadar, y a quien el padre pide que le prometa que nunca hará nada peligroso -obvio, no promete nada-, es años después un etnógrafo, un científico convertido en expedicionario que, tras sus años de vida en la Polinesia, cruzó el Océano Pacífico en una balsa de madera, en 1947. Lo hace junto a otros cinco intrépidos navegantes, para probar que -en contra de lo que opinaban los otros científicos durante décadas, de que fueron los asiáticos los que las poblaron- los sudamericanos en la era precolombina pudieron cruzarlo como él, y llegar hasta las islas de la Polinesia. Luego de conseguir las donaciones y empréstitos para lograr la financiación del viaje, se tomaron 101 días para recorrer los 8.000 km.
Al ser una producción noruega y no hollywoodense, éste no es un filme en el que las escenas de espectacularidad o de catástrofe sean las que tengan más peso, aunque los peligros existan y no se los minimice.
Así las cosas, habrá ballenas y tiburones, muchos tiburones -y un par de escenas que ponen los pelos de punta-, tormentas de día y de noche, pero sobre todo el temor, manifiesto de unos y otros por no saber si en mar abierto están yendo en el curso debido, o si los troncos de la balsa ligera se separarán de un momento a otro.
Contra viento y marea, la epopeya está contada y rodada prácticamente en exteriores, con amplias panorámicas, pero sin la grandilocuencia de Una aventura extraordinaria -que se filmó en un estanque-.
Tiki es el dios del sol. Los directores Joachim Rønning y Espen Sandberg le rinden tributo con un relato en el que confluyen la aventura, la solidaridad, el tesón y por qué no la fortuna, el destino, porque la casualidad no existe.