La película transcurre en una isla misteriosa ubicada cerca del Pacífico y que no figura en los mapas. En toda la historia sobrevuela el espíritu de Ray Harryhausen y "La isla misteriosa", el film de 1961.
Una nueva aparición del mítico King Kong, después de las versiones cinematográficas que marcaron épocas desde la filmada por Merian C. Cooper en 1933, pasando por el ahora irrisorio film de John Guillermin de 1976 hasta la más reciente de Peter Jackson, estrenada en 2005. Kong: La isla calavera puede considerarse una "precuela" de la aventura conocida por el gran público, ahora ambientada en 1971 y en tiempos convulsionados en la Guerra de Vietnam.
En Kong: la isla calavera no está el Empire State y todo sucede en una isla misteriosa ubicada cerca del Pacífico, que no figura en los mapas y está rodeada de tormentas y bancos de niebla. Allí llega un grupo de exploradores para enfrentar una realidad perdida en el tiempo, con criaturas bestiales y con Kong como el rey indiscutido del lugar.
Con este comienzo la película que ahora filma Jordan Vogt-Roberts, director que viene de la televisión, aprovecha todos los elementos que tiene entre manos para disparar una mega-producción que se alimenta de filmes clase B que encantaron a generaciones. Con lo último de la tecnología, sobre todo en el diseño de Kong, que se ve más realista que en la película de Jackson-. En Kong: La isla calavera sobrevuela el espíritu de Ray Harryhausen y La isla misteriosa -1961-.
Bill Randa -John Goodman, con varios kilos menos- convence a las fuerzas militares para financiar la expedición y allí parte un grupo con líderes bien diferenciados: el capitán James Conrad -Tom Hiddleston-, el Teniente Coronel Packard -Samuel L. Jackson- y la foto periodista -Brie Larson, la actriz ganadora del Oscar el año pasado por La habitación-. Viajeros, exploradores y militares que no tardarán en mostrar sus diferencias. Por su parte, Hank Marlow -rol a cargo de John C. Reilly-, es el soldado de la Segunda Guerra que vive con los nativos desde 1944, y quien aporta los toques de humor.
Desde un inicio que no da respiro, la película quizás no resulte sorprendente pero sí entretenida con el sinfín de obstáculos que se les presentan, entre paracaídas, helicópteros derribados y una amenaza aún mayor que Kong que emparenta al relato con la saga de Jurassic Park.
La fotografía privilegia los tonos rojizos con el gorila gigante recortado entre bruma, cámara lenta y un cementerio que también trae intriga y un tono inquietante. Alejada de la ciudad, esta realización hace pie en la isla para quedarse y traer futuros cruces con criaturas aún más peligrosas y populares.