La Guerra de Vietnam acaba de terminar. Es 1973 y el mundo está convulsionado por los cambios que se avecinan. Bill Randa (John Goodman) y Houston Brooks (Corey Hawkins) son dos hombres que trabajan para una misteriosa organización llamada Monarch que se dedica a investigar todos los fenómenos extraños que se suceden en el planeta.
Su nuevo objetivo ahora es tratar de convencer al gobierno para que los financie en un viaje de investigación a la inexplorada Isla Calavera, un lugar aislado del Pacífico lleno de mitos y leyendas. Es así como logran juntar a un grupo de viajeros, exploradores y soldados que los acompañen en esta travesía. Entre ellos están el capitán James Conrad (Tom Hiddleston), experto rastreador y ex militar inglés convertido en mercenario; Mase Weaver (Brie Larson), una fotoperiodista antiguerra; el teniente coronel Preston Packard (Samuel L. Jackson) y los hombres a su cargo; y un grupo de científicos preparados para investigar el extraño ecosistema de la isla. Pero al adentrarse en esta bella y también traicionera isla, los exploradores encontrarán algo sorprendente.
Sin saberlo, estarán invadiendo los dominios del mítico Kong, el gigante gorila rey de esta isla. Será Marlow (John C. Reilly), un ex piloto de la Segunda Guerra Mundial que se estrelló allí y nunca más pudo salir, quien les enseñe los secretos del lugar, además del resto de seres monstruosos que la habitan...
Lo primero que hay que decir es que esta es la segunda entrega de algo que se llama MonsterVerse, que comenzó con “Godzilla” (2014). Esto es algo así como un universo compartido por varios monstruos gigantes en el que la idea es que terminen enfrentándose, algo que hizo el estudio japonés Toho durante décadas hace más de 50 años.
La organización Monarch también estaba presente en el filme del reptil, de ahí la conexión. En este largometraje la idea fue ir directamente a los bifes, y nuestro gorila gigante –con 31.6 metros el segundo más grande de todas las películas hechas sobre él hasta ahora– aparece desde el arranque como para que no tengamos dudas que esta obra está para mostrarnos a la criatura en toda su dimensión. Y tanto es así que, salvo por un par de excepciones (Packard y Marlow) los personajes humanos no tiene desarrollo, o conflictos y están desprovistos de cualquier rasgo de interés para el espectador.
“Señores, este es un filme sobre monstruos gigantes que se dan murra, lleno de efectos especiales y con el único objetivo de mostrar eso. ¿Qué más quieren?”, dirían los productores. Por eso, hay que felicitar al filme porque es honesto y no pretende más que eso. Pero también hay que decir que no logra lo que lograban los primeros largometrajes que exploraron el tema, porque al menos ellos contaban con la espectacularidad, sorpresa y originalidad de esas luchas titánicas que se desarrollaban en cualquier escenario, preferentemente ciudades.
Hoy, con todos los avances, es quedarse a medio camino centrarse sólo en la lucha y nada más. Además, claro, de desperdiciar tanto talento actoral. Dicho sea de paso, un casting mal hecho porque Hiddleston o Larson no son la elección correcta para los roles. El director Jordan Vogt-Roberts no tiene experiencia y se nota: tiene grandes problemas narrativos, algunas escenas son demasiado torpes y sin sentido, y abusa mucho de los claros homenajes a “King Kong” (1933) y “Apocalipsis Now” ( 1979). Lo más interesante está en la escena poscréditos, en la que si cumplen con la mitad de lo que prometen, tal vez podrían hacernos olvidar de este mediocre intento de darle vida a Kong. Este señor se merece más respeto.