_ ¡Quítame tus apestosas patas de encima, maldito simio asqueroso!
¿Nunca se preguntaron por qué uno entra a ver películas como Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island)? En lo particular, entro para ver cosas que nunca pasarán en la realidad. Este simple motivo me da la libertad de ser menos riguroso a la hora de opinar sobre el género (acción/fantasía). Por lo tanto, voy a apelar a toda la condescendencia que habita en mí ser para analizar Kong: La Isla Calavera (Jordan Vogt-Roberts).
Kong_la_Isla_Calavera_EntradaSi entendemos el desarrollo narrativo de Kong como un conjunto integrado, el resultado es malo. Los personajes son estereotipados, las situaciones absurdas y el “piña va, piña viene” se ha visto infinidad de veces. Son tantos los puntos en común con su versión del 2005 (King Kong, Peter Jackson) que no logra diferenciarse de los desaciertos de su predecesora. Para colmo, la necesidad de modernizar el conflicto, soldados vs monstruo(s), encontró su limitante en la década del setenta. A partir de ese momento, la puesta en órbita de satélites artificiales acabaría con los misterios cartográficos. Por ende, en la actualidad sería impensable la existencia de una oculta isla misteriosa. Otro punto flojo es el extremo al que se llevó el antropomorfismo del rey Kong, más cercano a Caesar (El Planeta de los Simios: (R)Evolución, 2011), que a la bestia salvaje que debería ser.
En este punto narración se vuelve confusa, pues existe una leve intención manifiesta (del director o guionistas, vaya uno a saber) en introducir un mensaje o moraleja sobre la miseria de los soldados finalizada la guerra. Si bien este recurso no se aprovecha demasiado, les da cierta profundidad a los personajes, ergo, sustancia a la trama. Y aquí es donde Kong: La Isla Calavera se hace fuerte. La venganza pasa a ser el hilo conductor y toda la locura del ser humano (que ante la ausencia inventa sus propios enemigos) se yuxtapone ante la absurda bondad de esta deidad monstruosa que es King Kong.
La introducción del film es destacable, rápida y concisa, con un toque Nam, Primer Pelotón.
Antes de pasar a los protagónicos, me gustaría resaltar la introducción del film. Rápida y concisa, con un toque Nam, Primer Pelotón. La interpretación de Tom Hiddleston (James Conrad) es bastante buena, considerando los pocos elementos con los que su personaje contó para romper el molde. No es el caso de Brie Larson (Mason Weaver) que se dejó llevar, una y otra vez, por lo absurdo de la trama. Samuel L. Jackson (Coronel Preston Packard) es un caso especial, de esa generación de actores que sin importar el contexto interpretan el mismo personaje, y en esta oportunidad garpa. John Goodman y John C. Reilly, innecesarios en el conflicto. Es bueno volver a ver a Thomas Mann luego de la hipersacada Proyecto X (2012).
En resumen, aunque el guion sea flojo, las actuaciones estereotipadas y las escenas de acción ilógicas, algunas ideas siguen siendo muy interesantes y, tal vez, con el enfoque correcto, podrían traer ese aire renovador que el género tanto necesita.