_Only the dead have seen the end of war. Plato Siempre que los extremos se atraigan será imposible evitar reflexionar sobre el sentido de la vida y la existencia misma. Ya lo dijo Pitagoras “El hombre es la medida de todas las cosas”, y este principio filosófico explica parcialmente la intrigante experiencia cinematográfica que es Dunkerque (Dunkirk, Christopher Nolan). Sin embargo para entender los porque, deberíamos alejarnos de la vieja premisa griega y expandir algunos conceptos, como ser la dualidad atribuida a todo lo existente en el universo (Yin-Yan). La dicotomía entre los horrores de la guerra y el heroísmo implícito de luchar por un ideal, encuentran su punto máxime en lo impersonal de un relato en apariencia desapasionado. Dunkerque puede tener varias lecturas. La primera (superficial) es la de la evacuación británica de territorio francés durante la Segunda Guerra Mundial. Al no tener un desarrollo enteramente lineal y un protagonista definido, el nudo narrativo parece lento, incluso soso. Por lo que el espectador sufrirá cierto fastidio a medida que el conflicto avance. Pero una segunda lectura esconde un significado diferente. La guerra es cruel y ruin. Por más que estemos acostumbrados a los tiros y explosiones, el aspecto psicológico se torna protagónico. El instante posterior al bombardeo en la playa, donde los soldados vuelven a rehacer filas con resignación cotidiana es signo inequívoco que Dunkerque no será Rescatando al soldado Ryan (Rescue Private Ryan, Steven Spielberg, 1998). De allí en adelante, seremos testigos de la bondad (en gran medida) y miseria (ahí Nolan se quedó corto) del género humano. Visualmente es impactante. La fotografía y la banda sonora contribuyen al matiz opresivo y desesperanzador del film. Las tomas aéreas son alucinantes, y más allá que sean varios o ninguno, los protagonistas están a la altura de la narración. Es increíble ver como Tom Hardy actúa todo el film en un constante primer plano. Kenneth Branagh es la representación perfecta del comandante a cargo. En conclusión, Dunkerque es una experiencia rara, que escapa al estándar promedio del cine bélico. En lo particular disfrute el desconcierto inicial y la transformación del desconsuelo en esperanza. Estos últimos, opuestos que definen el sentido de la vida, ¿y por qué no? de la existencia misma.
- Sorry, Bumblebee! En un mundo donde la intolerancia ha llegado a niveles alarmantes y en el que los intereses particulares son más importantes que el bienestar general, la llegada de un equipo de superhéroes de diversas etnias, es siempre bienvenida. Mucho se puede escribir sobre los Power Rangers, pero dado lo gigantesco de la obra necesitaríamos una nota aparte. Por esta razón, vayamos directo al grano el cual es analizar Power Rangers (Dean Israelite, 2017). Gracias al estreno de Project Almanac (opera prima, 2015), Dean Israelite entró en el radar de Saban Films, Toei Company y Temple Hill Productions quienes, ni lerdos ni perezosos, lo seleccionarían para dirigir el reboot cinematográfica de la franquicia. Indudablemente, este joven director sudafricano (n. 20 de septiembre de 1984), se siente demasiado cómodo filmando con adolescentes. La introducción de los nuevos viejos Rangers fue llevada a cabo con maestría y gran ritmo, y es allí donde encontraremos el punto más alto del film. Lamentablemente, a medida que nos aproximamos al nudo, la trama se vuelve sosa e intrascendente, repitiendo los estereotipos de siempre. Los causantes de semejante colapso narrativo (¡¡queremos sangre!!) fueron Matt Sazama, Burk Sharpless y Kirean & Michele Murloney, guionistas conocidos por Dioses de Egipto (Gods of Egypt, Alex Proyas, 2016) y Sherlock Holmes: Juego de sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, Guy Ritchie, 2011). Tampoco ayudaron sus 2hs 4min de duración, las cuales se hicieron eternas. Power Rangers funciona como entretenimiento familiar. Sin embargo y dejando de lado lo negativo, Power Rangers 2017, no es una mala película. El casting ha sido realmente excelente siendo Naomi Scott (Kimberly, Pink Ranger) la revelación destacada. Pero como en varias oportunidades he repetido, para que una película de superhéroes sea exitosa el antagonista principal debe estar (como mínimo) a la altura del héroe. Por desgracia, la interpretación de Elizabeth Banks (Rita Repulsa) se queda a mitad de camino y nunca llega a ser una amenaza real para el equipo. Como todo en la vida, las opiniones dependen muchísimo de la vereda en la que estés parado. Por eso, Power Rangers, como entretenimiento familiar es una excelente opción pero cuando los chicos crecen, ni siquiera la nostalgia de volver a ver a Megazord en acción, termina de salvar una película atrapada entre lo viejo y lo moderno.
- ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? Blaise Pascal Plantear la crítica de una remake es complicado, peor aún si la adaptación es hito de la animación mundial. La mayor dificultad reside en entender la obra como complemento de su totalidad o, descontextualizarla, como obra individual. En lo particular simpatizo con la primera idea, y pienso que debe entenderse como totalidad. Dicho esto, expreso mis más sinceras condolencias por el reciente estreno de La Vigilante del Futuro (¡¡Qué traductor hijo de puta!!) o mucho mejor Ghost in the Shell (Rupert Sanders). Empecemos por lo peor. Dejando de lado las buenas intenciones, a Rupert Sanders y cia., la película les quedo grande. Es denigrante ver como arruinaron la belleza filosófica original por una narración insulsa y vacía. GITS (Mamoru Oshii, 1995) trataba de la naturaleza de la existencia misma. Ambientada en un intrincado plano geopolítico, el espionaje y lucha de intereses evocaban los años de la guerra fría (1945-1989). El sentido de fotografía (oscuro y penumbroso) y los silencios de M. Kusanagi fueron hilos conductores hacia un desenlace inexorable. Ni hablar de la banda de sonido, SU-BLI-ME. Digo esto, porque en comparación, Ghost in the Shell de Sanders, adolece de alma. Visualmente es impecable, pero aunque el montaje y fotografía respeten la ambientación cyberpunk futurista, no lograron alcanzar la poesía de Oshii, en la que ninguna imagen fue dejada al azar. Otro punto en contra es la banda de sonido. Muuy lejos de lo inquietante y sobria de la original. Pero lo peor de todo, es el guión. Incomprensible como Ehren Kruger (guionista) es seleccionado para una proyecto con tanto potencial como GITS habiendo sido guionista de Transformers: La venganza de los Caídos (Michael Bay, 2009), Transformers: El Lado Oscuro de la Luna (Michael Bay, 2011) y de Transformers: La Era de la Extinción (Michael Bay, 2014). O sea, le pagaron por nada, son tres terribles bostas. Jamás entenderé la devoción del cine comercial (norteamericano) por la simplicidad argumentativa. Lo peor de la nueva Ghost in the Shell es el guión. Vayamos a las actuaciones. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que toda la Sección 9 estuvo a la altura del film. Me gustaría destacar a Pilou Asbaek que capto perfectamente la esencia de Batou, compañero incondicional de Kusanagi. Es un placer ver a Takeshi Kitano (Aramaki) decir la mejor frase de toooda la película. Scarlett Johansson cumplió con su cometido, solo que dé a momentos fue gracioso ver como movía los brazos en busca de emular un androide. Una pena que el resto del equipo no tuviera suficientes minutos en pantalla para profundizar sus personajes. Juliette Binoche (Dra. Ouelet), intrascendente. Peter Ferdinando (Cutter), innecesario. Michael Pitt (Kuze), insufrible. En conclusión, La Vigilante del Futuro: Ghost in the Shell resulta entendida como obra individual es un excelente entretenimiento, pero como complemento a la obra en sí, es un cascaron vacío, símil a los androides sin su ghost que luchan por el reconocimiento de su existencia.
_ If aliens visit us, the outcome would be much as when Colombus landed in America, which didn´t turn out well for the Native Americans. Stephen Hawking Siendo un acérrimo fan de la ciencia ficción pero un consumado detractor del cine terror, me es imposible mantener una postura conciliadora entre ambos géneros. Aunque en muchísimas oportunidades uno sea deudor del otro, opino que poseen espíritus diferentes. La ciencia ficción (pura) es inteligente, profunda e introspectiva, deja mayores interrogantes que respuestas, nos intima a cuestionar la naturaleza misma de la existencia. En cambio cuando hablamos de terror (en lo que al séptimo arte respecta) su característica principal es la de provocar miedo al espectador. Por eso cada vez que nacen producciones como Life: Vida Inteligente (Daniel Espinoza, 2017) no puedo más que tener sentimientos encontrados. La búsqueda de vida alienígena obsesiona a la humanidad desde que se conoce la gigantesca proporción del universo y (crease o no) se han desarrollado infinidad de protocolos ante el hipotético primer contacto. Por esta razón, Life, deja gusto a poco. No puedo parar de pensar lo maravilloso que hubiese sido una trama seria y realista. Un buen ejemplo podría ser Arrival (Denis Villeneuve, 2016) que renunció al arquetipo de extraterrestre malo (Alien: El Octavo Pasajero, 1979) y ello le valió una nominación a mejor película. Es irrisorio ver el grado de ineptitud demostrado por estos astronautas CAPACITADOS, digno de un grupo de tontuelos adolescentes versus Jason (Friday the 13th, 1980) o Freddy Krueger (A Nightmare on Elm Street, 1984). Entiendo que el género se valga de estos recursos para generar nerviosismo o congoja pero aparentemente Rhett Reese y Paul Wernick (guionistas) se olvidaron que el cine evolucionó. Por otro lado, Daniel Espinoza (Safe House, 2012) hace agua en su primera incursión en el cine terror. Me da la sensación que no logró generar el miedo necesario para salgamos de la sala de cine con los pelos de punta. Es increíble ver el grado de ineptitud demostrado por los protagonistas de Life: Vida Inteligente. Sin embargo, debo reconocer que tanto la ambientación de la estación espacial internacional como la animación del hijo diabólico de Flubber y Alien, están muy bien logradas. Y quizás esto último sea el elemento destacable del film, así que podemos añadir un monstruito más a la familia de bichos malos. El elenco está integrado por Hyroyuki Sanada (The Last Samurai), Ryan Reynolds (Deadpool), Rebecca Ferguson (The Girl on the Train) y Jake Gyllenhaal (Donnie Darko). Todos actores de gran trayectoria, pero por las limitaciones del director y guionistas no tuvieron oportunidad de desarrollo. En conclusión, Life: Vida Inteligente será otra historia trillada en el basto inventario del cine comercial, que pasará sin pena ni gloria por el camino de la vida.
_ ¡Quítame tus apestosas patas de encima, maldito simio asqueroso! ¿Nunca se preguntaron por qué uno entra a ver películas como Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island)? En lo particular, entro para ver cosas que nunca pasarán en la realidad. Este simple motivo me da la libertad de ser menos riguroso a la hora de opinar sobre el género (acción/fantasía). Por lo tanto, voy a apelar a toda la condescendencia que habita en mí ser para analizar Kong: La Isla Calavera (Jordan Vogt-Roberts). Kong_la_Isla_Calavera_EntradaSi entendemos el desarrollo narrativo de Kong como un conjunto integrado, el resultado es malo. Los personajes son estereotipados, las situaciones absurdas y el “piña va, piña viene” se ha visto infinidad de veces. Son tantos los puntos en común con su versión del 2005 (King Kong, Peter Jackson) que no logra diferenciarse de los desaciertos de su predecesora. Para colmo, la necesidad de modernizar el conflicto, soldados vs monstruo(s), encontró su limitante en la década del setenta. A partir de ese momento, la puesta en órbita de satélites artificiales acabaría con los misterios cartográficos. Por ende, en la actualidad sería impensable la existencia de una oculta isla misteriosa. Otro punto flojo es el extremo al que se llevó el antropomorfismo del rey Kong, más cercano a Caesar (El Planeta de los Simios: (R)Evolución, 2011), que a la bestia salvaje que debería ser. En este punto narración se vuelve confusa, pues existe una leve intención manifiesta (del director o guionistas, vaya uno a saber) en introducir un mensaje o moraleja sobre la miseria de los soldados finalizada la guerra. Si bien este recurso no se aprovecha demasiado, les da cierta profundidad a los personajes, ergo, sustancia a la trama. Y aquí es donde Kong: La Isla Calavera se hace fuerte. La venganza pasa a ser el hilo conductor y toda la locura del ser humano (que ante la ausencia inventa sus propios enemigos) se yuxtapone ante la absurda bondad de esta deidad monstruosa que es King Kong. La introducción del film es destacable, rápida y concisa, con un toque Nam, Primer Pelotón. Antes de pasar a los protagónicos, me gustaría resaltar la introducción del film. Rápida y concisa, con un toque Nam, Primer Pelotón. La interpretación de Tom Hiddleston (James Conrad) es bastante buena, considerando los pocos elementos con los que su personaje contó para romper el molde. No es el caso de Brie Larson (Mason Weaver) que se dejó llevar, una y otra vez, por lo absurdo de la trama. Samuel L. Jackson (Coronel Preston Packard) es un caso especial, de esa generación de actores que sin importar el contexto interpretan el mismo personaje, y en esta oportunidad garpa. John Goodman y John C. Reilly, innecesarios en el conflicto. Es bueno volver a ver a Thomas Mann luego de la hipersacada Proyecto X (2012). En resumen, aunque el guion sea flojo, las actuaciones estereotipadas y las escenas de acción ilógicas, algunas ideas siguen siendo muy interesantes y, tal vez, con el enfoque correcto, podrían traer ese aire renovador que el género tanto necesita.
_ But I found you. So many sacrifices, just to find you. M. Night Shyamalan (n. en Puducherry, India, 1970) ganó fama internacional después de escribir y dirigir Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999), película que fue éxito comercial y nominada a seis estatuillas Oscar. En aquel entonces Hollywood creyó haber encontrado a su nuevo profeta. Sin embargo, tres años más tarde llegaría El Protegido (Unbreakable, 2002) y nada volvería a ser lo mismo. Es paradójico que siendo un director que intenta romper el molde, repita tantas veces las mismas ideas. En general, sus películas tienen un giro inesperado o un final sorprendente, tienden a tener temáticas religiosas, sus personajes son individuos ordinarios atrapados en circunstancias extraordinarias, “etcétera”. Motivos por los cuales fue perdiendo prestigio y protagonismo a través de los años. No es casualidad que Blumhouse Productions (Actividad Paranormal, 2009), compañía dedicada a explotar el cine terror, clase B, haya producido conjunto a Shyamalan, Fragmentado o Slipt si se quiere, en su idioma original. Lo primero que voy a decir es que me gustó, y mucho. Tiene puntos muy altos, aunque tal vez le sobren 10 minutos. Este thriller psicológico hace buen uso (y no abuso) de los primeros planos, los cuales generan (junto a una monotemática ambientación) sentimientos de opresión y angustia, que por consecuencia dan paso a escalofriantes y terroríficos momentos. Otro gran acierto es el tiempo que se toma en desarrollar a sus personajes, en especial a Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) o bien a Casey Cooke (Anya Taylor-Joy). Supongo que fue una decisión difícil, Kevin cuenta con 23 personalidades! Imposible imaginar a todas en acción, por lo que centrarse en cinco o seis fue lo más acertado. A medida que se desarrolla la trama, este mundo despiadado toma entidad y deja en claro que solo los más fuertes sobrevivirán. Si se quiere hilar fino, la imagen final de la estatua del león sobre su presa es mucho más profunda de lo que parece, como la película en sí. James McAvoy deslumbra con una versatilidad actoral pocas veces vista. Como dato interesante el presupuesto es ínfimo en comparación a sus otras producciones (The Last Airbender, 150 millones USD). McAvoy deslumbra con una versatilidad actoral pocas veces vista. Increíble el trabajo corporal que realizó al ir mutando de personalidad. Por el lado de Taylor-Joy, su carrera, como protagonista del cine terror, está en plena consolidación. Su papel de misteriosa adolescente que esconde un pasado horrible esta personificado de forma sublime. Betty Buckley como la Dra. Karen Fletcher tiene momentos muy buenos. Hasta el mismísimo Shyamalan cuenta con un cameo. En resumen, la conjunción de clichés o refritos utilizados no aburren en lo más mínimo y la famosa vuelta de tuerca o latiguillo re significa la perspectiva final, de manera tal, que nos es imposible no volver al’ 99 y pensar en “pucha, estaba muerto!”. Moraleja, no todo los cliché son una bosta… Gracias Shyamalan!
La Gran Muralla _ ¿Qué te pasa McFly? ¡Acaso eres Gallina! Poco después de las alucinantes El tigre y el dragon (Crouching Tiger, Hidden Dragon; Ang Lee; 2000) y Héroe (Hero; 2002) quien no se detuvo a pensar en las maravillas que traería aparejada la unión de la cinematografía occidental con la imponente puesta en escena del cine oriental. Industria poseedora de interminables silencios. Asombrosos paisajes, armonía, filosofía y densas tramas, de variadas interpretaciones. Lamentablemente, una década más tarde, solo puedo recordar monótonos cameos de grandes artistas marciales (el más reciente, Donnie Yen (Ip Man) en Rogue One) y algún intento por captar parte del mercado cinematográfico chino, tal fue el caso de (la horrible) Transformers: Age of Extinction o (la limitada, pero correcta) Pacific Rim. Es evidente que la brecha cultural, incluso finalizando la segunda década del nuevo milenio, es terriblemente difícil de superar. Por supuesto, aquí podemos pararnos y reflexionar sobre las muchas miserias de la industria hollywoodense (reciclaje, guiones berretas, artistas súper saturados, exceso de efectos por computadora, etc) versus la insoportable parsimonia o bizarrés del cine oriental. Es de lamentar que no sea esta la oportunidad, pues analizar La Gran Muralla (The Great Wall, Zhang Yimou) es el objetivo de esta crítica. Zhang Yimou, director de Héroe y La casa de las dagas voladoras, venía respetando la tradición de narrar historias visualmente majestuosas sin dejar de lado el trabajo y la sensibilidad propios del guión. El cine oriental comulga más con la poesía que con el séptimo arte en sí mismo. Por eso, nunca deja de ser gratificante (y perturbador) sumergirse y dejarse llevar por tamaña profundidad. La Gran Muralla, adolece de esta poesía. Es una producción chata y desapasionada, que narra la historia (secreta, pff) del porqué de su construcción y posterior encarnizada defensa. Ahora, si fuese sólo eso, quizás no estaría nada mal, pero al introducir elementos de ciencia ficción, y peor aún, invasores de otro planeta, es imperdonable la falta de desarrollo narrativo. Los hechos se suceden sin sorpresa. No cuenta con giros o subtramas que enriquezcan la historia. Las actuaciones son en su punto más alto tolerables pero en su mayoría para el olvido. Es la sucesión continua de escenas aburridas y trilladas en el trascurso de 103 minutos de duración. La Gran Muralla es una producción chata y desapasionada La figura de Matt Damon es bastante parecida a la de Keanu Reeves. Lo amás o lo odiás. En este último tiempo fueron más sus aciertos que sus fracasos. En general, se caracteriza por su buena elección en su extensa filmografía. No es el caso de La Gran Muralla. Es de extrañar que actores del nivel de Andy Lau o Zhang Hanyu hayan tenido una performance tan baja. Willem Dafoe, un actor con una presencia enorme, es totalmente desaprovechado. Jing Tian representa una insulsa heroína, más próxima a una damisela en apuros que a la audaz guerrera que nos quieren hacer creer. Pedro Pascal, en su papel de minion, está correcto. Lo único destacable es la puesta en escena. Impecable. Las acrobacias (en la defensa de la muralla) tanto como el vestuario, están muy bien logradas. Infelizmente, son tendencia producciones de este tipo (vacías de contenido) que ni siquiera cumplen con su objetivo primordial, el entretenimiento… ¿o seré yo el equivocado… siendo la recaudación el primer motor de una industria decadente?
John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar _ I´ll kill them, I´ll kill them all _ Of course you will Desde Identidad desconocida (The Bourne Identity, 2002) el cine de acción penaba de un verdadero Badass Heroe. Es natural que con el correr de los años, la figura del héroe fue sofisticándose al punto de dejar vetustos y obsoletos a nuestros queridos John McClane, John Rambo, John Spartan y demás otros Johnes. En la actualidad se intenta transformar hechos inverosímiles en posibilidades inverosímiles. Por eso el antihéroe moderno es herido, engañado y se encuentra, siempre, al borde del colapso. Sin embargo, de alguna manera (im)posible, logra escapar triunfante del dulce beso de la muerte, y gracias a aciertos de directores y guionistas, lo creemos. John Wick 2_EntradaJohn Wick 2: Un Nuevo Día para Matar (Chad Stahelski) es potente, intensa, extremadamente física y violenta; incluso más que la primera. Atrapante. En esta oportunidad, Baba Yaga se ve forzado a salir de su retiro (again & again) debido a una deuda ineludible contraída con la camorra italiana cuyo incumplimiento es morir. Está de más decir que el acreedor de dicha deuda no tiene códigos y tampoco le desea nada bueno a John. Este leitmotiv es suficiente para desencadenar un frenesí asesino implacable, el cual es sencillamente indetenible. El primer capítulo de esta (por lo menos) trilogía, además de dar cátedra en lo que respecta a filmar una película de acción, fue muy cómico. Humor que el director, Chad Stahelski, no deja de lado. En algún punto y lejos de lo pésima que fue Ocean´s Twelve, tiene en común el Euro Trip alucinante. Porque más allá del cliché, el recorrido por el viejo mundo nos da una idea de lo groso que es John Wick (Keanu Reeves), y al desarrollarse, el film cobra mayor sustancia. El refinado universo John Wick llegó para quedarse Los antagonistas principales están caracterizados por Riccardo Scamarcio (Santino), el rapero Common (Cassian) y la bella Ruby Rose (Ares). Entre los buenos (al menos hasta la huida de la plaza) repiten Ian McShane (Winston) y John Leguizamo (Aurelio). Lauren Fishburne como Bowery King tiene un paso desabrido por el grueso de la trama, no es así el caso de Lance Reddick como Charon. Está claro que el refinado universo John Wick llegó para quedarse, donde los modales y los códigos están por sobre toda venganza. Hechos por los que debemos estar agradecidos, pues por consecuencia dan inicio al capítulo final. . . . . . SPOILER ALERT . . . . . El perro no muere.
De fantásticos nada… Los Cuatro Fantásticos (Fantastic Four, Josh Trank) es mala, pero mala con ganas. Para ser honesto, nunca leí el comic y estoy lejísimos de ser autoridad en el tema. Con este hecho podría darle beneficio a la duda e intentar justificar esta horripilante producción a través del desconocimiento pero sería faltarles el respeto a Uds., nuestros lectores. Estoy convencido que las adaptaciones deben comprenderse como complemento de la totalidad de la obra en sí, por lo que investigando en Wikipedia pude entender el porqué de tanto fanatismo alrededor de esta familia disfuncional de superhéroes. Para mi sorpresa, descubrí que desde sus inicios formaron parte de los primeros personajes en mostrar un lado humano -sensible y vulnerable- alejándose de los arquetipos y convenciones de la época. Obviamente como todo comic, pasó por infinidad de restarteos y universos paralelos, asumiendo nuevas y locas historias de origen. Por esto y sumándose a la movida de Marvel Ultimate Alliance (video juego de rol de acción) esta producción tomo como referencia principal Ultimate Fantastic Four, colección que surgió a mediados del 2000, presentando una versión juvenil de nuestra bienhechora familia. Pero dejando de lado las referencias, este último reboot falla en varios niveles. La trama es floja y aburrida, las secuencias de acción tardan una eternidad en aparecer y cuando lo hacen encima son pésimas, los efectos especiales están años luz de ser espectaculares, la puesta en escena es demasiado trucha; como si se hubiese filmado todo en la misma locación. De hecho la parte más entretenida es el principio, cuando ninguno obtuvo sus poderes, e inmediatamente luego de este suceso la película entra en caída libre. Rebosa de sinsentidos y está simplificada al máximo, causando un efectos somníferos en los espectadores. El único acierto a medias fue el ligero tinte oscuro que quisieron darle a la historia, cosa que tampoco se pudo conseguir del todo por ser calificada para mayores de trece años. Los 4 Fantásticos rebosa de sinsentidos y está simplificada al máximo. Por otro lado, si en las entregas anteriores Jessica Alba te pareció frígida y acartonada, en comparación con este nuevo elenco, es Lionel Messi. Nunca logran generar una mínima química entre ellos. Reeds Richard (Miles Teller) y Sue Storm (Kate Mara) te congelan el corazón. La antorcha humana (Michael B. Jordan) debe ser uno de los pocos afroamericanos sin onda y esa idea de hermanastros no funciona para nada, totalmente perjudicial para la trama. La Mole (Jamie Bell) está bastante bien solo hasta que pasa a ser una animación computada. Por último, Victor Von Doom (Toby Kebbell) más que un súper villano, erudito y genio científico, poseedor de habilidades místicas, control telepático, fuerza sobre humana, campos de fuerza y una armadura sin igual; parece el hijo mimado, retardado y caprichoso de Darth Vader. En definitiva, habrá que seguir esperando por una adaptación digna de este equipo mítico de superhéroes.
«Yeah, piece of cake» Duke Nukem Muchos niños jamás comprenderán como sus abuelos pasaron su infancia jugando a la escondida o al tiki-taka. Hoy en día cualquier nene de doce años es experto en League of Legends y habla con toda naturalidad de la Xbox o PlayStation. Si tenemos en cuenta que el primer satélite artificial (que permaneció en órbita) fue el Sputnik en 1957, que los primeros celulares fueron creados en Japón en 1979 y que el boom de Internet se produjo a principio de los 90’, es sorprendente como en cincuenta años dimos un vuelco abismal en lo que respecta a los avances tecnológicos y a las telecomunicaciones. Entre las múltiples vetas comerciales que trajeron aparejadas las nuevas tecnologías, los videojuegos marcaron un antes y un después en el entretenimiento de las generaciones futuras. Si fuiste parte de esta transformación, Pixeles (Pixels, Chris Columbus) va a desenterrar esas miles de horas frente a las maquinitas y a traer enloquecedores recuerdos de clásicos como Galaga, Arcanoid, Tetris y muchísimos otros más. La película arranca retro, con una lograda representación de la década de los ochenta. Intro que nos permite conocer a los protagonistas para pasar –apresuradamente- de los inocentes sueños juveniles a la agobiante realidad de la madurez. Este cliché “futuro prometedor- presente vergonzoso” funciona a la perfección como antesala de una comedia absurda y delirante, que sin lugar a dudas va a arrancar más de una carcajada genuina. Es demasiado fantabuloso lo bien realizados que están los efectos especiales. En honor a su nombre, la temática pixelada de los bizarros invasores alienígenos es extremadamente cómica y nostálgica. Por el lado de los defensores terrícolas la cosa viene un poco complicada. Adam Sandler es un monstruo de la comedia. Desde su inicio en los Coneheads (Steve Barron, 1993) se vio involucrado en, al menos, sesenta producciones para cine o televisión. Es natural que con semejante trayectoria tenga defensores y detractores por igual cantidad. Pixeles entretendrá a chicos y grandes por igual. Sin embargo también es una realidad que sus últimas comedias no fueron tan buenas como se esperaban, por lo que si bien en esta oportunidad su interpretación no es para nada mala, se nota que bajó un montón su nivel actoral y que trabaja en modo automático. Kevin James (Hitch, El Guardián del Zoológico), interpretando al peor presidente de la historia de los Estados Unidos, tiene momentos muy chistosos, aunque fiel a su estilo, de a ratos se pasa y deja de ser gracioso. Peter Dinklage (Tyron Lannister para los amigos), está muy bien durante toda la producción. Me gustaría resaltar el trabajo del (no tan) ignoto Josh Gad, la grata sorpresa del film. En conclusión, bizarra y alocada, Pixeles entretendrá a chicos y grandes por igual (obviamente por diferentes motivos) y de alguna forma rendirá homenaje a esa primera generación hardcore gamer, hoy padres de niños que tampoco entenderán como pasábamos nuestra infancia jugando con aparatosos pixeles antropomorfos, frente a una caja boba, no mucho más grande que un microondas.