El director Jordan Vogt-Roberts, quien apenas contaba en su filmografía con un título cinematográfico (The Kings Of Summer, 2013) es el encargado de traer una vez más a la pantalla grande al querible aunque destructivo Kong. Este gorila gigante, al igual que en otras encarnaciones, es el “rey” de la isla donde vive y donde toma el nombre la película: Isla de la calavera.
En esta ocasión, un grupo de solados de Vietnam a punto de ser mandados a casa al finalizar la guerra, es enviado a explorar la isla con un grupo de pseudo-científicos, una fotógrafa anti guerra y un … loco suelto, cuya finalidad no queda clara. Pero sin dudas, es el héroe de la película.
El film es por demás entretenido, sin dejar caer la tensión en ningún momento. Los efectos para las salas 3D, para aquellos espectadores que sepan apreciarlo, son espectaculares, dado la espacialidad tridimensional de la acción que se desarrolla. Visualmente Kong... es impecable, los detalles de las animaciones, su gestualidad, sombras y demás, no tienen puntos débiles. Lo mismo sucede con el sonido.
En cuanto a la historia en sí, es una mera excusa para mostrar la potencia del aspecto visual. Las motivaciones de los personajes son poco creíbles -cuando no ridículas. Los diálogos son pésimos, tan malos que casi vale la pena verlos para reírse de ellos. Aún así, entretiene, y funciona como grato pasatiempo, pese a sus limitaciones narrativas.