Hay mitos que son parte y son fundacionales de una sociedad o cultura. El de King Kong ha sido trabajado en una infinidad de oportunidades por el cine y la televisión, generando no sólo una serie de productos con imágenes icónicas que los han perdurado, sino que, además, han construido relatos apasionantes y entretenidos sobre la supremacía aparente del hombre sobre la naturaleza.
“Kong: La isla calavera” (USA, 2017) de Jordan Vogt-Roberts no escapa a la tradición de las anteriores adaptaciones, pero, en esta oportunidad avanza no sólo por la solidez del relato y el caramelo visual preparado para la oportunidad, sino que, principalmente, refuerza su sentido lúdico y de espectáculo recuperando la nostalgia de ciertos productos clase B de la época de oro hollywoodense en tanto película de búsqueda, romance, aventura, fantasía, épica. Un grupo de “rastreadores”, encabezado por el personaje que interpreta Tom Hiddleston, secundado por una joven y atractiva (también ingenua y muy profesional) fotógrafa, son llevados a una misteriosa isla por un grupo de militares.
Al llegar de manera accidentada a la isla, estos hombres verán cómo su suerte cambia de un momento al otro al ingresar en un paraíso quedado en el tiempo en donde nada es lo que aparenta y los animales e insectos dominan todo. Para poder regresar a la “civilización” deberán unir fuerzas tras ser diezmados y doblegarse a indicaciones de un militar en sus últimas (Samuel Jackson) y también a los delirios de un investigador de “fenómenos” que no creía ni siquiera en sus propios vaticinios, encarnado por John Goodman.
Entre todos se conforma un bloque, el que intentará mantenerse alejado de los embates de Kong, el gigantesco simio que controla la Isla Calavera y a quien también los extraños seres del lugar acechan a mas no poder. Dividida en dos instancias, “Kong: La isla calavera” potencia en una primera parte aquello relacionado a la presentación de personajes y su viaje y travesía hasta la Isla, el guión de Max Borenstein, John Gatins, Dan Gilroy y Derek Connolly, dedican el tiempo necesario para comprender los motivos que impulsan a cada uno de ellos a aventurarse en una épica que no saben cómo terminaría.
En una segunda instancia, la supervivencia en el lugar, plagado de monstruos, bestias, insectos gigantes, potencian no sólo la utilización de cada uno de los efectos visuales puestos a disposición de la historia, sino que además realzan las actuaciones de cada uno de los miembros del elenco.
Todos actúan sabiendo que el resultado final de la propuesta será un espectáculo visual en el que serán parte de una saga en la que la bestia Kong es mucho más importante que ellos, y eso se nota desde la primera escena. La paleta de colores elegida para plasmar cada uno de los paisajes, las bestias acechantes, el simio gigantesco, los paraísos en los que son inmersos los personajes, todo compone el marco ideal para que esta película pueda superar sus propias exigencias (duración excesiva, algunos estereotipos, etc) y consolide su misión de entretener de manera nostálgica e inteligente.