Una grata sorpresa es este documental de Fernando Molnar. Porque puede que al espectador no le interese en lo absoluto la arquitectura, o que no sepa pronunciar Bauhaus, pero este filme sobre cómo esa escuela de arte, arquitectura y diseño influyó en varios edificios nacionales atrapa ya desde el primer fotograma.
La génesis de la película es el centenario, el año próximo, de la Bauhaus (Bau, construcción; haus, casa, en alemán). Molnar sigue en su trabajo los pasos de Walter Gropius, quien había fundado esa escuela y deseaba encontrar la unión entre “el uso y la estética”, y descubre cómo bancos, la catedral de La Plata y hasta una línea de subterráneos tienen, guardan aún hoy en día una impronta de la Bauhaus o de la arquitectura alemana.
El relato es sumamente ameno y está muy bien llevado a partir de un joven arquitecto que habla con acento alemán, y que sería el encargado de llevarnos de una punta o a otra de la ciudad de Buenos Aires y hasta La Plata y más allá, como Mar del Plata.
Así, muchos edificios construidos por Alejandro Bustillo (el hotel Provincial y el Casino de Mar del Plata; el Banco de la Nación, casa central, en Plaza de Mayo) tienen influencia alemana.
Y es particularmente sorprendente cómo el edificio central del Automóvil Club Argentino tiene la fachada de un estilo completamente diferente a cómo es su parte trasera (los que lo han subido con el auto, lo sabrán).
Hay muchas tomas desde lo alto que favorecen el entendimiento de lo que se plantea. Pero por sobre todo hay un lenguaje cinematográfico en estado latente.
Nunca se encontrará en el documental algún plano o escena de más en este nuevo y sumamente valioso trabajo de Molnar, que había codirigido esa maravilla que fue Rerum Novarum y también Mundo Alas.