Krampus

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

La familia aparece nuevamente amenazada en tiempos festivos con esta divertida combinación de comedia ingenua y terror. La aparición de Krampus, un demonio que castiga a los escépticos, trae "regalitos" que perturban la paz del hogar.

Después de la fallida Cuentos de Halloween, de reciente estreno, era de esperar otra festividad abordada por el cine de terror. En este caso, Krampus, una película que parece salida de la factoría de productos ochentosos como Gremlins -1984-, y en la que la Navidad se tiñe de rojo. El film es bienvenido en un marco general en el que el género se repite y elige fórmulas ya explotadas hasta le hartazgo.

Con cierto tono nostálgico marcado por títulos populares del género, el director Michael Dougherty -el mismo que también realizó Trick ‘r Treat en 2007- elige una historia en la que el consumismo desenfrenado -secuencia que abre la película- el egoísmo y la hipocresía se imponen al clima espiritual que supone la celebración de las fiestas. En ese contexto el relato castiga esas faltas con una siniestra presencia.

En el "hogar, dulce, hogar", los padres -Adam Scott y Toni Colette, de Sexto sentido- esperan junto a sus hijos Max -Emjay Anthony- y Beth -Stefania LaVie Owen- la llegada del hermano del marido y su numerosa prole para compartir las fiestas y engrosar el árbol navideño. Entre hermanos, primos vengativos, una tía holgazana que no colabora -Conchata Ferrell - y la presencia de una abuela que sabe más de lo que dice, los conflictos no tardan en aparecer. El choque de usos y costumbres forma parte de un encuentro que es alterado cuando un corte de luz afecta la zona y los deja a merced de la nieve y de fuerzas que no comprenden.

El pequeño Max, desilusionado y burlado por sus primos, se convierte en el bastión de su familia ante la furia desatada por Krampus -que ya tuvo olvidables apariciones en el cine-, una antigua fuerza demoníaca que no perdona a los escépticos y también baja por la chimenea acompañado de "entrañables" iconos navideños que adquieren vida propia y amenazan la paz del hogar.

Quizás no queda claro el público al que apunta esta película en la que lo cotidiano se transforma en pesadillesco y que dispara sus dardos de humor, gritos y comedia ingenua, pero que resulta entretenida y está concebida como una suerte de tren fantasma casero donde payasos siniestros, duendes y una oscura figura con cuernos hacen de las suyas...