Para analizar una película como “Krampus” habría que remontarse al cine de terror de los ochenta, y mezclarlo con algo de la mirada ácida de Seth McFarlane cuando se trata de temas específicos. Acostumbrados a que año a año recibamos un par de propuestas ultra edulcoradas y familieras que ensalzan el espíritu navideño, el tiempo de dar paz, amor y otros eslóganes, el hecho de ver un producto cuyo sub texto la navidad y sus efectos me tienen re-podrido, resulta como mínimo una curiosidad. Así es éste estreno, la antítesis de Papá Noel (o Santa Claus, o San Nicolás, usted elija).
La secuencia de títulos inicial es toda una declaración de principios. Una compaginación a velocidad ralentizada, con acciones que muestran la degradación del consumidor durante la fiebre de navidad mientras suena un villancico meloso y amable como contraste. Así la letra que dice “que tengas una feliz navidad, etc, etc” va decorando un shopping con caras largas, fastidio, peleas por ofertas, chicos gimoteando algún capricho, hastío y una violencia humana contenida. Es como si el director estuviese convencido que la navidad saca lo peor de nosotros y si la tradición dice que los regalos corresponden a los que se portaron bien, nadie parece merecerlos.
Llevado desde el macro de la escena del Shopping a un plano menos general y más acotado, los títulos nos depositan en el seno de una familia tipo; David (Adam Scott), el papá y Sarah (Toni Collette), la mamá tienen, dos hijos, Max (Emjay Anthony) y Megan (Stefania LaVie Owen). Entre ellos tienen sus líos, pero son acrecentados por recibir a la hermana de Sarah, Linda (Allison Tolman), y a su familia encabezada por el esposo Howard (David Koechner) más tres hijos. El padecimiento no es final porque como peludo de regalo cae la tía Dorothy (Conchata Ferrell). Todos compiten para ver quien es más desagradable, y si la familia visitante tiene mucho de grotesco, viendo a la tía se nota que tienen a quien salir. Misteriosa, distante y hablando en alemán, está la abuela Omi (Krista Stadler) quien, como suele suceder en el género, sabe algo del pasado que nadie sabe.
En el guión de Todd Casey, Michael Dougherty y Zach Shields hay tantas referencias al cine de terror de los ‘70 y ‘80 que sería imposible enumerarlas, pero aparecen homenajes a Miner, Craven, Raimi y varios otros, porque además “Krampus” amaga (juega con el espectador) en dos o tres oportunidades a irse de la propuesta (o mejor dicho a volver a la senda del final felíz), pero luego se mantiene firme con lo que vino a contar.
No son los únicos indicios por supuesto. La fotografía, los escenarios, las decoraciones, la estupenda fotografía de Jules O'Loughlin que vuelve a los tonos azules para “mostrar” que es de noche, y por supuesto los lacayos del villano que parecen salidos de la fábrica de Jim Henson, es decir, bien artesanales.
Dosis justas de humor, pero sobre todo ritmo y diálogos punzantes, hacen de “Krampus” un gran homenaje que respeta a rajatabla la tarea de entretener, asustar, y jugar muy bien con los climax del género.