La Navidad es paz, amor, religión, familia unida y buenos deseos. También es consumismo exacerbado, gaseosas con osos polares, comida y colores complementarios que quedan muy bonitos (rojo + verde, concretamente). Krampus: El Terror de la Navidad, partiendo de una vieja leyenda nórdica (que, se sabe, viene inclusive antes de Papá Noel, o “Santa Claus” para los países angloparlantes) propone que también puede ser horror, sangre, demonios y monstruosidades varias.
Todo sin abandonar en ningún momento, por supuesto, las tradiciones occidentales que de repente chocan con la mitología más oscura y lejana, al menos para nosotros.
Quien dirige esta pequeña pero contundente muestra de género fantástico y humor es Michael Dougherty, responsable de uno de los últimos grandes films de culto del género como Trick Or Treat, esa pequeña joya que entrecruzaba historias bajo el contexto de Halloween. Las festividades le sientan bien a Dougherty claramente, porque aquí repite la fórmula con similar éxito: sin caer del todo en un cinismo que sería fácil, ni en demasiados clichés propios de éste tipo de películas, el realizador construye un relato que no llega a ser del todo escalofriante pero sí incluye algunos pasajes realmente memorables (la escena que sucede en un altillo merece una mención aparte).
A juzgar por los primeros cuarenta y cinco minutos de película, podríamos asegurar que Krampus se trata en verdad de una comedia negra y no un film de terror. Pero los otros cuarenta y cinco minutos restantes, si bien no deshacen el aspecto lúdico de la primera parte, se vuelcan hacia el terreno netamente fantástico, y así lo que pudo ser un cuento de hadas con moraleja se termina convirtiendo en una fábula macabra para adultos. Una mezcla de humor y sangre más que bienvenida, que por momentos recuerda a las mejores épocas del gran Joe Dante.