Una feliz y terrorífica Navidad
La comedia parece estar en las antípodas del terror, pero son extremos que están mucho más cercanos de lo que aparenta. El miedo muchas veces se da la mano con la risa y la mueca de terror puede transformarse en rápidamente en una mueca humorística… y viceversa. Eso lo supieron comprender directores como Joe Dante (Gremlins), John Landis (Un hombre lobo americano en Londres) y Sam Raimi (El ejército de las tinieblas), o más recientemente James Gunn (Slither-criaturas rastreras). Y también lo entiende Michael Dougherty, quien con Krampus logra un combo donde conviven la tensión -y hasta el pavor- con la diversión.
Dougherty también aprendió bastante de John Hughes y su mirada socarrona sobre las convenciones sociales, y por eso esas instituciones tan enlazadas que son la Navidad y la Familia aparecen puestas en duda, con sus pilares socavados, a través del quiebre de ese factor decisivo que es la creencia, la fe. El niño Max (Emjay Anthony) se define a sí mismo y su convivencia con los demás en la forma en la que cree, y su decisión de no celebrar la Navidad, rompiendo su carta para Papá Noel, al ver que su familia vuelve a caer en las habituales discusiones, rompe un pacto consigo mismo, con su fe y con una serie de rituales. Ese quiebre abrirá las puertas de lo maligno, dándole entrada a ese demonio llamado Krampus, quien junto con sus ayudantes castiga a los escépticos.
A partir de ese punto de partida, Dougherty realiza en Krampus un inteligente uso de lo mitológico -la secuencia animada, que funciona como cuentito navideño siniestro es excelente- y de los íconos navideños, que adquieren tonalidades retorcidas, oscuras, hasta asquerosas. Lo hace con una construcción argumentativa pausada, escalonada, donde lo terrorífico y horroroso se va dejando ver de a poco, a través de indicios sonoros inquietantes y desestabilizadores, con un gran aprovechamiento del fuera de campo y una productiva división entre los espacios interiores y exteriores. Pero esto es posible porque todo va de la mano de la comedia, de un humor negro constante, donde el sarcasmo recorre una línea de equilibro que nunca cae en el cinismo, y son claves los nombres que integran el elenco: Adam Scott, Toni Collette, David Koechner y Conchata Ferrell son todos actores que se mueven cómodamente en el terreno de la comedia y que acá están perfectos, cada uno jugando su papel y amoldándose a lo que pide el relato.
De esta forma, Krampus se va constituyendo en una rareza para estos tiempos efectistas del cine de terror hollywoodense, preocupándose por crear climas a través de encuadres cuidadosamente planificados, en los que las miradas y los puntos de vista de los personajes poseen un importante rol de complementariedad. Pero Dougherty no se preocupa sólo por lo formal, sino también por contar su cuento, lo que incluye el vínculo entre la historia central y las tradiciones que lo preceden y sostienen. No es difícil identificarse y sentir empatía no sólo por Max y sus frustraciones, sino también por el resto de los miembros de su familia, todos arrastrados a una convivencia forzada y desgastada por el paso del tiempo. Lo familiar y lo navideño, con sus discursos a cuestas, pueden ser un refugio, pero también una trampa, nos dice el film, y de esa trampa sólo se puede salir posicionándose en un lugar distinto.
Hacia el final, Krampus toma ciertas decisiones que pueden parecer apresuradas y un tanto timoratas, pero que en verdad forman parte de una visión vinculada con lo mencionado en el párrafo anterior. Los lazos pueden recomponerse y las heridas cerrarse, pero las cicatrices permanecen, las huellas nos dejan marcados para siempre. Las sonrisas, las carcajadas, los gestos cómicos son máscaras que apenas si esconden el tránsito previo de lo horroroso y siniestro. Y viceversa, porque este procedimiento también puede ser observado desde el otro lado. Película de capas de significados, Krampus es compleja en sus herramientas narrativas y al mismo muy simple en la forma en que interpela al espectador, demostrando ser sumamente disfrutable.