Para ser un film del mismo estudio que animó películas como Coraline y Paranorman, no me ha resultado tan atractiva tanto a nivel visual como de trama. Es un poco difícil separar en la mente el hecho de que se esté abordando una temática de origen japonés tan profunda, pero con realización norteamericana. Pequeñas críticas negativas aparte, Kubo y la búsqueda samurai (Kubo and the Two Strings, 2016) apoya su encanto sobre tres factores principales: uno tiene que ver con eso de buscar objetos a modo de desafío, algo que al público en general le encanta y que en este caso se trata de tres elementos típicos de esa cultura asiática, como por ejemplo el sable. Lo segundo es el logro a la hora de utilizar la técnica de origami plasmada a través del stop-motion en 3D; simplemente hermoso. Por último, uno de los personajes secundarios, de los que menos diálogo tiene, es el más atractivo en la historia, algo que suele repetirse en el largometraje animado.
Kubo y su madre viven alejados del mundo para mantenerse a salvo de ciertas amenazas familiares que datan de mucho tiempo atrás. El niño no sólo perdió a su padre, sino también un ojo que le quitó su propio abuelo. Ese es un buen dato que le aporta originalidad a la historia. Claro que en un momento dado, el pequeño protagonista rompe las reglas y se aleja de lo seguro, donde acaba en problemas. Así es como inicia una aventura que involucra las almas de nuestros antepasados y un viaje junto a un mono (no pregunten) y a un escarabajo humanoide (tampoco pregunten). Quizás por momentos le hace falta algo de ritmo en muchos sentidos, pero le alcanza para llegar a ese objetivo que es entretener y hacernos reflexionar.
La película de Kubo no va a ser lo mejor de este 2016, un año en que tanques como Buscando a Dory nadaron por las salas de los cines a nivel internacional, sin embargo, de seguro tendrá su oportunidad en la temporada de premiaciones.
Algunos datos curiosos e interesantes para destacar de este film: costó 60 millones de dólares y llevó 5 años de producción; esto quiere decir que por semana, apenas podían filmarse unos 4 segundos de metraje. Es la cuarta película que crea Laika y la primera vez que Matthew McConaughey le pone la voz a un personaje. El director era un debutante; nada más ni nada menos que Travis Knight, CEO de la propia compañía. 48 millones eran las posibles expresiones faciales para Kubo, por lo que se crearon para él unos 12 mil rostros prototipo para ser utilizados (¡!). Finalmente, no se pierdan el cierre de la peli porque alberga un momento del rodaje muy importante y vistoso para los amantes del cine, al igual que un cover de The Beatles (guiño, guiño) que es realmente un disfrute para los oídos.