Kubo y la búsqueda samurai

Crítica de Laura Petroff - El Lado G

Lo maduro e interesante de la trama elevará a los espectadores jóvenes y sorprenderá a los adultos. Todo el mundo debería ver Kubo.

Al revisar la pila vieja de VHS para chicos, es común terminar viendo alguna de esas películas que durante la infancia estaban en cada pantalla. También es común quedar horrorizado frente a los temas adultos y momentos “shockeantes” que hace 20 años no le movían un pelo a ninguno de los espectadores más chicos. ¿Qué pasa entonces? ¿Están los jóvenes preparados para vivir la muerte de los padres de Bambi, de Mufasa o de Kerchak? Sí. Muchos estudios se han olvidado de que los niños son capaces de entender tragedias y dificultades. Al mismo tiempo que Dreamworks saca secuelas de Minions a rolete porque puede, otros como Laika ahondan en historias con facetas más oscuras pero que traen un premio mayor: una obra con temas duros de la vida real que los chicos pueden ver y discutir sin que la trama los subestime.

Kubo (Art Parkinson) es un narrador impresionante. Tocando su shamisen (un instrumento de cuerdas tradicional de Japón) cuenta historias que mantienen la atención de todo su pueblo por horas. Pero cuando baja el sol debe volver a casa, donde su madre lo espera. Los cuentos que él cuenta están basados en los que su mamá le transmitió, y cuando sus tías malvadas comienzan a perseguirlo se revela que no todas esas historias son fantasía. Con la ayuda de un macaco japonés (Charlize Theron) y un samurai escarabajo (Matthew McConaughey) emprenderá una aventura para vencerlas a ellas y a su abuelo, el Rey en la Luna.

El estudio Laika es uno de lo más nuevos en el mundo de la animación. Se fundó en 2005 pero en sus pocos años de vida logró grandes cosas, entre ellas una nominación al Oscar por Mejor Película Animada en 2014 con The Boxtrolls. Su especialidad es el stop-motion, y en sus cuatro obras realizadas hasta la fecha (Coraline -Henry Selick, 2009-, ParaNorman -Sam Fell, 2012- y las ya mencionadas The Boxtrolls y Kubo) mostraron su aptitud en lo narrativo y lo técnico. No sólo crearon la película en stop-motion más larga más larga de la historia sino la marioneta para stop-motion más grande hasta la fecha, ambas de la mano de Kubo: verdaderamente aprecian y buscan mejorar su arte. Es en esta película donde el CEO de Laika decidió poner manos a la obra y actuar de director, un trabajo que se le dio muy bien. Se llama Travis Knight y si bien tiene experiencia en animación y stop motion, es la primera vez que toma un puesto tan central en una producción del estudio. El balance entre digital (los fondos) y artesanal (las marionetas) es perfecto, dado que genera una familiaridad con los personajes y un extrañamiento para con los ambientes: exactamente cómo se sentiría un viaje con amigos a través de tierras desconocidas.

El trabajo de los actores de voz es impecable: cuando alguien sabe actuar con todo su cuerpo, sabe hacerlo con sus cuerdas vocales. Es este el caso de Charlize Theron en el papel del macaco japonés y de Matthew McConaughey en el del samurai escarabajo. Ambos agregan color y vitalidad y acompañan a Art Parkinson como Kubo en uno de sus primeros trabajos como actor de voz. A pesar de que la performance de los tres favorece a la taquilla y no es peor que la de un actor de voz profesional, muchos se han quejado de que en una película ambientada en Japón no se haya considerado a actores orientales para dar voz a los personajes.

Cuando se estrenó Kung-fu Panda en 2008 el público chino la elogió ensu totalidad, por trama y el cuidado con el que se trató a las escenografías y vestuarios. Este mismo grado de cariño se le puso a Kubo and the Two Strings: la atención a los peinados, indumentaria y arte en general habla de una dedicación digna de alabanza. El esmero con el que se investigó la música tradicional japonesa, sus leyendas y folklore se refleja en la historia con claridad y genera en el espectador un interés profundo por la cultura que da tanta importancia a valores como el honor y el coraje, que en occidente son fundamentales pero frecuentemente olvidados.

Uno de los puntos que más resalta en Kubo and the Two Strings es la narración, algo pocas veces tratado tan directamente. Que el personaje principal se dedique a contar historias genera un gran potencial para que la trama hable de sí misma y se le da mucha importancia tanto al relato que el espectador presencia (la propia película) como a los cuentos de Kubo, dentro de ella. No es mucho más que el tejido con el que se desarrolla la historia (más bien todas las historias) recibiendo el reconocimiento que se merece; parece innecesario pero quién sabe cuántos futuros narradores generará este discreto homenaje al relato.