Kubo y la búsqueda samurai

Crítica de María Paula Putrueli - A Sala Llena

Lo esencial es invisible a los ojos.

Cualquiera que esté familiarizado con el trabajo de la productora Laika no se sorprenderá cuando se hable de excelente calidad de animación y de historias potentes, originales. Luego de haber sido responsables de films como Coraline y la Puerta Secreta, ParaNorman y Los Boxtrolls, el nuevo desafío planteado supera con creces todo lo hecho hasta aquí.

Con el presidente de la compañía, Travis Knight, debutando en la dirección, llega la historia de Kubo (Art Parkinson), un niño de once años que vive junto a su madre en un pueblo costero situado en un Japón cuasi onírico.

Sus días se suceden entre historias y más historias: aquellas que él cuenta para ganarse la vida, las que le cuenta su madre para recordar a su padre, uno de los mejores samuráis (derrotado en una batalla contra poderosos enemigos), y finalmente la historia de su vida, la pérdida de su ojo y el origen de su familia, el cual -por razones del destino- llegará a descubrir en una épica aventura. Este valiente niño posee un don mágico, heredado de su madre, a partir del cual logra que figuras realizadas a través de la técnica del origami cobren vida cuando toca el shamisen, un instrumento de cuerdas que siempre lleva consigo.

Al tener que abandonar el pueblo donde vive por la amenaza de espíritus del pasado que vienen por él, iniciará un camino -el camino del héroe- en busca de una armadura y una espada, con las cuales dará pelea a enemigos demasiado íntimos. En este recorrido lo acompañan un simio (Charlize Theron) y un escarabajo (Matthew McConaughey), quienes serán parte esencial de la travesía y aportarán una cuota de humor al relato.

Desde la primera escena queda claro el diseño visual imponente con el que se construyó todo el film, a través de un trabajo preciso con la técnica de animación en stop motion. La calidad visual es magnífica, la construcción de cada personaje y cada paisaje están dotados de una belleza pocas veces vista en pantalla y la propuesta en ningún momento decae (las escenas en las que Kubo da vida a los origamis son simplemente exquisitas).

Otro punto que resalta, y al cual nos tiene acostumbrados la productora, es el tratamiento del guión: si bien es una película pensada para niños, aunque posiblemente los adultos lleguen a disfrutarla mucho más, no titubea al momento de tratar temas como la muerte, el más allá y la pérdida de seres queridos. A diferencia de los films de Disney o Pixar, aquí los personajes oscuros realmente lo son y aquello que debe contarse no se hace con eufemismos; este tipo de honestidad fílmica y argumental convierte a la película en una verdadera obra de arte, tanto en términos de animación como de estructura.

Estamos ante una maravillosa propuesta de animación que de seguro ocupará un puesto en los premios a la excelencia cinematográfica, lo único que puede lamentarse es la reticencia de la productora en lo que respecta a las segundas partes aunque -como bien dice el protagonista- toda historia necesita un final.