Obra “pochoclera” con calidad narrativa y prodigiosa animación
Debo decir que estaba bastante escéptico ante ésta película. Pensaba: Dreamworks Animation exprimió tanto a Shrek que convirtieron al genial ogro verde en un moco y ahora va a exprimir a otra de sus criaturas. Sin embargo me he llevado un par de gratas sorpresas con la segunda parte de Kung Fu Panda. La primera es que desde el punto de vista visual es un prodigio de animación; de dirección de arte y de aprovechamiento del recurso 3D. Todo a favor del ritmo narrativo que no sólo no se estanca nunca, sino que crece hasta el final.
La segunda sorpresa también tiene que ver con la animación, pero desde otro ángulo. Sabido es que los artesanos que trabajan los bocetos de los personajes logran una versatilidad gestual a partir de la observación minuciosa de los actores que ponen las voces. El resultado de esto en “Kung Fu Panda 2” es óptimo. No está mal decir que los actores de esta producción hacen un muy buen trabajo (gracias a quienes dibujan personajes y acciones, claro)
La realizadora Jennifer Yuh Nelson se puso la camiseta de un mega-proyecto y no le quedó para nada grande. Trabajó muy bien el guión de Jonathan Aibel y Glenn Berger, cuyo principal acierto fue colocar al grupo de maestros del panda (la tigresa, la grulla, el grillo, el mono y la serpiente) en un segundo plano, convirtiéndolos en los actores secundarios ideales.
La trama principal surge a partir de una introducción (con otro tipo de animación) sobre la vida de Shen y los antecedentes que lo llevan a ser un villano hecho y derecho (destierro por parte de sus padres incluido) Shen inventa un arma poderosa que según el maestro Shifu acabará con el Kung Fu para siempre. Po y sus amigos salen a impedirlo.
Adelantar más de la trama no tiene sentido, porque la introducción antes mencionada se encarga de aclarar de qué se va a tratar la historia. Sucede que hay una subtrama que la vuelve mucho más interesante. Se dispara desde el momento en que Shifu a solas con Po le habla de la paz interior. Esto nace como un gag, pero se transforma en la búsqueda de las propias raíces, y por ende de la identidad. Desde aquí se instala el mensaje de que “para lograr avanzar hacia el futuro hay que dejar el pasado atrás”. Parecía incompleto y erróneo para mi gusto, pero justamente el guión se encarga de complementarlo en el momento justo: “no hay paz interior, si no se hacen las pases con el pasado” y se desarrolla una vez que Po entiende la necesidad de averiguar sus orígenes.
La música de Hanz Zimmer y John Powell, dos artistas que saben mucho con grandes orquestas, tiene tanto vértigo como mística y ayuda mucho a apuntalar una compaginación muy vertiginosa.
Definitivamente, la dirección de Jennifer Yuh Nelson logró adaptar y potenciar todos los buenos elementos que tenía la primera Kung Fu Panda para logar una obra muy entretenida que todos los espectadores de cuatro años en adelante disfrutarán hasta el final.
El doblaje al español tiene a verdaderos maestros que están a la altura de las circunstancias, teniendo en cuenta las voces que tienen que reemplazar. Son detalles, pero hacen al concepto integral de una producción bien hecha en todos los aspectos. Vayan tranquilos. Ya sea con los chicos o por su cuenta, es pochoclo bien invertido.