Pobre abejita
Hay estrenos un tanto innecesarios, que poco vienen a aportar a la cartelera y al género al cual pertenecen. La abeja Maya: la película pertenece lamentablemente a esta categoría y sin ser algo terrible, no sale de la intrascendencia.
De hecho, hasta es mucho más interesante el camino que ha recorrido el personaje, que fue creado en 1912 por el escritor alemán Waldemar Bonsels; tuvo una adaptación a la pantalla grande en formato documental codirigida por el mismo autor en 1926; arribó a la pantalla chica con una serie animada japonesa de 1975 que recién fue estrenada en Latinoamérica a principios de los ochenta; tuvo otra adaptación televisiva animada en el 2012; y finalmente llega al cine en esta coproducción entre Alemania y Australia.
Más interesante aún es una interpretación -sustentada en algunos documentos de la época- que afirman que Bonsels era un antisemita de campeonato con tendencias filonazis y que en el relato de La abeja Maya trasladó buena parte de su visión sobre el mundo a través de una trama donde, si se indaga con un poquito de atención, se puede detectar un tono militarista y totalitaria que coquetea con el racismo. Y aunque es cierto que el film utiliza un argumento similar a la obra original, habría que empezar a forzar mucho la nota para hablar de racismo, nazismo, totalitarismo, militarismo o antisemitismo, y ni un Ricardo Forster trasnochado se animaría a tanto. Es que lo que pasa en la película de Alexs Stadermann es altamente inofensivo, ya que al director sólo le importa contar la historia de crecimiento de la abejita del título, que es muy traviesa y no se adapta a las reglas de la colmena, lo cual la hará meterse en problemas que la sobrepasan, quedando en medio de una intriga palaciega -donde se quiere derrocar a la abeja reina simplemente porque es buena- y sólo pudiendo confiar en su mejor amigo Willy.
Lo cierto es que Stadermann tampoco se muestra como un realizador sumamente talentoso y nunca consigue darle una vuelta de tuerca a una trama que contiene demasiados aspectos ya previamente transitados en el género, y que encima depende en exceso de bajadas de línea donde pareciera que no se dirige a un público infantil, sino a un público con problemas de aprendizaje. De ahí que La abeja Maya: la película sólo tenga para ofrecer un diseño visual muy atractivo, con un trabajo muy cuidado sobre la paleta de colores. Y aunque esté lejos de las trampas ideológicas y narrativas de un producto como Metegol, está condenada a la misma insignificancia.