La invención del amor
El catalán José Luis Guerín, que en su anterior película de ficción, En la ciudad de Sylvia (2007), apenas permitía que sus actores dijeran “esta boca es mía”, parece compensar aquella sequía de diálogos yéndose al polo opuesto con su nueva película: La academia de las musas (2015).
Un profesor habla y sus alumnos –mayoritariamente mujeres– le escuchan para, a continuación, reflexionar en voz alta y discutir sus argumentos. Estamos en un aula de la Universidad de Barcelona, en un seminario sobre poesía donde la sombra de la Divina comedia de Dante es alargada. Los espectadores nos convertimos en un alumno más, silente, que observa lo que parece un documental, como lo era el magnífico En construcción (2001).
Pero cuando, después de la clase, el profesor, en su casa, mantiene una charla tensa con su mujer, con la sombra de la sospecha y el escepticismo muy presentes, empezamos a adentrarnos en un diluido campo ficcional. La cámara entonces empieza a asentarse detrás de un cristal –la ventana de un piso o un coche– dejando a sus personajes encerrados en peceras en las que se refleja el mundo exterior, al que nosotros pertenecemos y ellos parecen esquivar. Se produce así un curioso juego de espejos que irá salpicando un discurso que desgrana, entre otros temas intelectuales, el papel que juegan las musas en la vida de un artista, teoriza sobre la invención literaria del amor y cuestiona el (¿noble?) poder seductor de la docencia.
Y todo ello hablando sin cesar: charlas entre el profesor y alguna alumna, entre él y su esposa o entre las participantes en el seminario, que discuten –en italiano, catalán y español– aspectos abordados en el aula; y en una cafetería, un vehículo o un parque, donde asistimos a la transmisión del legado cultural (y sentimental) de generación en generación cuando una mujer relata a su hija la leyenda de Dafne, Apolo y Cupido.
Guerín ha empleado una pequeña cámara y la ayuda de un equipo mínimo para rodar, entre Nápoles, Cerdeña y la Ciudad Condal, La academia de las musas para fascinar a los amantes del cine de Guerín e irritar a sus detractores.