Otra clase de “película de juicio”
Aunque está poblado de abogados y fiscales, jueces y testigos, pruebas y descargos, este film indio –indudablemente político, en un sentido profundo y humanista– se centra en los vericuetos legales, las dilaciones y la burocracia legalista.
Llegada desde los márgenes de la industria cinematográfica de Mumbai –y por ello mismo, alejadísima de los brillos y colores de Bollywood–, ganadora de dos premios en la sección Orizzonti del Festival de Venecia (Mejor Película y Mejor Opera Prima) y de otros dos en el más cercano Bafici (Mejor Película y Actor), la ópera prima de Chaitanya Tamhane es una rama aislada en el árbol genealógico del “film de juicio”, con sus abogados y fiscales, jueces y testigos, pruebas y descargos. Pero La acusación –la primera película india que disfruta de un estreno comercial en la Argentina en muchos, demasiados años– no está en absoluto interesada en el discurso brillante de la defensa o en los reveses de la causa luego de la aparición de un testigo inesperado, aunque sí lo está (y mucho) en los vericuetos legales, las dilaciones, la burocracia legalista. A tal punto que, a pesar de tratarse de una ficción en todo derecho, por momentos el espectador puede fantasear con que Court (su escueto y elegante título original) es un documental al estilo de los de Frederick Wiseman, el gran cronista de las instituciones norteamericanas y su funcionamiento íntimo. El protagonista, aunque ausente en gran parte del metraje, es un docente y poeta popular de edad avanzada (poeta como sólo puede entendérselo en la tradición india) que es detenido bajo la extraña acusación de incitación al suicidio.¿Puede una canción llevar a alguien a tomar la decisión de quitarse la vida? Eso es lo que parece pensar el Sistema, que inmediatamente se pone en movimiento para llevar a la cárcel al veterano cantautor, cuyas letras críticas hacia el estado de las cosas ya lo habían enfrentado con la ley en ocasiones anteriores, según se desprende de algunas declaraciones de la fiscalía. El defensor, la abogada querellante y el juez a cargo de dictar sentencia son los actores centrales de un drama que se desarrolla sin estridencias, con el escaso encanto de la jerga legal y el oprobioso esfuerzo de las instituciones puesto al servicio del ahogo de la disidencia ideológica. Al menos la mitad del metraje del film de Tamhane –mediante una serie de elipsis que marcan el paso del tiempo y de los lapsos procesales, siempre extensos– transcurre durante las diversas etapas del juicio, desde un híper poblado salón de tribunal de primera instancia hasta la algo más coqueta nave utilizada durante las apelaciones. El film abandona por momentos las salas judiciales y acompaña a los personajes en alguna de sus actividades cotidianas, iluminando cuestiones culturales, filosóficas y de clase, siempre de manera indirecta, inferida.En ese sentido, y a pesar de poseer una temática absolutamente universal, La acusación no parece un film pensado para un público homogeneizado (v.g.: festivalero). Por el contrario, el film requiere del espectador una cierta dosis de curiosidad, si es que desea comprender algunos de los detalles secundarios de la trama. Si bien la cuestión de las castas no surge en ningún momento durante las discusiones judiciales, la estratificada sociedad de Mumbai (y, por extensión, de la India) aparece reflejada en los personajes a partir de sus actividades recreativas, y el uso del lenguaje y de los idiomas. Y sobre todo en la forma de vestir: tanto el abogado defensor como el juez forman parte de una clase media acomodada y, en el caso del primero, culturalmente cosmopolita; la fiscal, de un más tradicional escalón medio; el acusado, de un universo popular, representativo de un alto porcentaje de los habitantes de ese país; algunos de los testigos, finalmente, de una franja empobrecida y migrante.El film registra al defensor disfrutando de un tiempo de ocio en un bar donde puede escucharse en vivo música brasileña, mientras que la fiscal asiste con su familia a una obra de teatro humorística con una importante base de racismo. Durante los últimos minutos –el único pasaje donde el film parece caer en cierto facilismo en la descripción de ambientes y personajes–, el férreo juez irradia una impronta de irracionalidad supersticiosa.Que La acusación es una película política resulta indudable. Y lo es en un sentido tan profundo como esencialmente humanista. Las elecciones narrativas de Tamhane –los planos estáticos, las mencionadas elipsis, su preciso naturalismo– son casi siempre acertadas y el resultado es un film fascinante, complejo y solapadamente provocador, que desnuda las contradicciones de una república democrática que no ha abandonado conceptos y tradiciones ancestrales con las que entra en colisión directa y frontal.