Este film se llevó premios en el Bafici. Ya sabemos que “premios” y “calidad” no siempre implican una relación de causa y efecto, pero en este caso sí. Esta película india cuenta una historia simple: un trabajador se suicida, quizás incitado por las canciones de un viejo intelectual. Esto lleva a que el artista sea enjuiciado como responsable de incitar a alguien a quitarse la vida. Lo que sigue tiene algo de melodrama de juicio (mucho, dado que es su estructura), mucho de observación social y una tensión que va creciendo poco a poco sin utlizar el énfasis artificial, sino solo por las fuerza de las cosas. Pero lo que hace al film una buena película no es su retrato de una sociedad en particular sino dilemas universales: ¿cuál es la responsabilidad del arte? ¿Existen palabras que causan daño, existe un justificativo para la censura? ¿cuál es el límite del libre albedrío? Nada de esto se manifiesta de manera engorrosa o solo con palabras, sino que es el andamio que nos lleva a la emoción y al interés mientras vemos la película. Trate de verla en cine: la pantalla grande incluye al espectador en el debate.