Llega a los cines, La acusación, la ópera prima de Chaitanya Tamhane ganadora de la Competencia Internacional de la última edición del BAFICI.
A pesar de ser uno de los países con mayor producción cinematográfica anual, son muy pocos los films que llegan a la Argentina provenientes de India. Y si bien es una industria que se especializa en combinar géneros como el musical, el cine de acción y la comedia más delirante –varias llegan con bastante éxito al mercado estadounidense- es realmente valioso el estreno de una obra más independiente, que tuvo una cálida recepción en numerosos festivales internacionales.
Posiblemente, lo que hace tan universal a La acusación es su tema: la burocracia judicial y la injusticia social. El chivo expiatorio de esta historia es un docente, devenido en cantante, poeta y activista, arrestado, en teoría, por incitar a un obrero a suicidarse dentro de una cloaca.
El director decide hacer un escalonado retrato social, posando su ojo en las costumbres y vida personal de cada integrante de este microuniverso judicial, casi como una radiografía de cada estrato económico de un comunidad urbana de la India, que no dista demasiado de la comunidad de cualquier país occidental.
“Cuando quieren meterte preso, siempre van a encontrar un pretexto para hacerlo”, le repite el abogado de Vinay Vora a un grupo de estudiantes. Aunque es bastante simple la metáfora, puede servir para entender la crítica social del realizador que intenta no caer en el drama moralizador ni emotivo, evita los golpes bajos y por el contrario expone la ironía de la situación, a partir del uso de planos generales bastante abiertos en las escenas más conflictivas, casi siguiendo un manual del cine de Michael Haneke, pero con menos crueldad.
La mayor parte de la acción sucede en las cortes, donde se desdramatiza con bastante realismo cada testimonio, y se apela constantemente, postergando las declaraciones meses y meses, mientras el acusado es víctima de la burocracia judicial indefinidamente, un culpable necesario de la policía y el sistema que no aguantan la crítica inteligente a través del arte. El director muestra diferentes argumentos y puntos de vista del caso, introduce la cámara en la vida privada del abogado –un chico consentido de un barrio de clase media alta- y su casi absurda relación con sus padres, el drama cotidiano de la fiscal con su familia, hasta concluir, con mucho cinismo, en las vacaciones del juez.
Tamhane demuestra que todos son actores de un juego interpretando su rol hasta que suena la campana de salida y poco les importa el destino de un hombre, fuera de su trabajo. De esta manera, consigue introducir sutiles subtramas y críticas hacia la inferencia de los dogmas religiosos en medio de un proceso, de la influencia de la opinión pública, etc, pero siempre manteniendo la austeridad, casi en un tono seudodocumental y contemplativo. Esto no significa que el relato sea denso o lento. Por el contrario, la narración es dinámica y simpática, aún cuando por momentos, las subtramas desdibujan un poco el conflicto central.
La acusación es un film ingenioso y cínico, que permite reflexionar no solamente sobre el contexto económico y político de la India, sino también en la burocracia judicial que impera en cualquier país del mundo y que impide cualquier dejo de humanismo o empatía por sobre los personajes, en oposición a la imagen dramatizada que vende Hollywood en cualquier producto televisivo.