Perderse y reencontrarse.
El último film de la cineasta argentina Natalia Smirnoff se podría describir como honesto; a su vez, esconde una búsqueda íntima y profesional: la de la protagonista y de la cineasta que realmente conmueve. Captura nuestra atención ya desde el nombre, lo cual es un gran auspicio. Cuando salís del cine con más energía de la que tenías antes de ingresar, eso significa que el film está pensado para generar algo positivo en el espectador, lo que considero, un gran acto de amor, completamente desinteresado y un aporte al ser humano.
La afinadora de árboles (2019) último y esperado film de Natalia Smirnoff, nos relata un momento de crisis de Clara (Paola Barrientos), una prestigiosa ilustradora y autora de libros infantiles que hace años viene publicando su material con éxito. Es elegida para recibir el premio internacional más importante de literatura infantil en México. Sin embargo, el contexto de Clara pareciera no acompañar este momento tan importante. Se muda a una casa de campo aislada del ruido y movimiento de la ciudad, en el barrio de su niñez, junto a su marido Francisco (Marcelo Subiotto) y sus hijos Violeta (Violeta Postolski) y Lisandro (Oliverio Acosta). Allí se reencuentra con un antiguo novio Ariel (Diego Cremonesi) y su familia. Esto provoca un cambio sustancial en demanda de tiempo y compromisos externos para Clara, además del interés y presión de una importante editorial a nivel mundial para editar su próximo libro. Tendrá como desafío conectarse con su lado lúdico que parece haber perdido y nosotros también.
El estilo de Smirnoff es muy personal, ya en Rompecabezas (2009) y El cerrajero (2014) podemos vislumbrar su estilo sincero e idea de dejarle al espectador mensajes universales, un cine para sentir, más que para pensar. Conoce los tópicos que quiere explorar, realizándolos desde un lugar auténtico y dejándose llevar por lo que siente a medida que suceden los hechos, las escenas y secuencias, como si la historia la buscara a ella. Es de admirar la simplicidad y libertad que transmite, traspasando la pantalla e increpando al espectador con suavidad. En este film tan personal, se destaca el guion que cuenta con una estructura dramática “desestructurada” y sin buscar un resultado seguro. Haciendo un paralelismo con la protagonista de la historia que, de manera impredecible, busca su camino dejándose llevar por señales e impulsos, casi sin pensar. Algo casi imposible de conseguir que funcione la directora lo logró y la historia simplemente fluye. La música, los sonidos, su manejo particular de cámara y fotografía se constituyen en un cine de autor con un registro personal, que elije qué contar y cuándo. Raro de verse en la pantalla nacional, alejándose de lo comercial.
Acompañamos a la protagonista en su recorrido, empatizamos con ella desde la primera escena hasta el final. Cabe destacar la excelente interpretación de Paola Barrientos en este personaje que parece hecho para ella y el reparto importante que responde de manera correcta logrando una película armoniosa.
La actitud “burguesa” o dormida con la que convivimos desde el momento en que abrimos los ojos, puede desorientarnos y para un artista en especial, esto se torna hasta peligroso. Perderse en el camino, perder la inspiración, es muy desalentador. Esta bella película nos deja un mensaje maravilloso y es que todos nos perdemos en el camino de transitar la vida; sin embargo, depende de nosotros el continuar buscando, buscándonos y al parecer, cuánto más nos perdamos, cuánto más miedo sintamos, tanto mejor, ya que el reencuentro con nosotros mismos será como enamorarnos por primera vez, el enfrentarse ese miedo e incertidumbre total, irremediablemente nos llevará hacia un solo camino. Y sin pensar, dejándonos llevar nos encontraremos, sentiremos una explosión interna con certeza como motor para continuar de manera natural, por siempre buscándonos y reencontrándonos.