Clara (Paola Barrientos) es una autora de libros infantiles e ilustradora de sus propios textos, que ya cuenta con una importante trayectoria en la industria editorial. Inclusive, este año ha sido elegida para recibir el premio más importante dentro del mercado de la literatura infantil. Esto significará no sólo un reconocimiento y marcará un hito en su carrera sino que además una importante editorial a nivel mundial está dispuesta a negociar las condiciones para editar su próximo libro.
Innegablemente, vista desde afuera, su vida es (casi) perfecta.
A este período de éxito profesional puede sumarse una hermosa familia (madre de dos hijos y un marido que la quiere) y la concreción de su proyecto de mudarse a su casa soñada, una casa de campo que le permite el contacto con la naturaleza y esta forma, conectarse con su faceta creativa y poder tener más tiempo disponible para dibujar.
Pero sabemos que en el cine de Natalia Smirnoff, lo que aparece en la superficie no es exactamente lo que subyace en el alma de sus protagonistas.
Y debajo de toda la apariencia de mundo perfecto, Clara está pasando por un momento de crisis, de esos donde siente que no puede hace pie en ninguna parte.
Ni puede avanzar demasiado con su nuevo cuento “El catador de sillas” ni parece tener un vínculo armonioso con su esposo (que parece más un manager exigente sobre su trabajo y su producción, que su pareja en donde contar con el apoyo que ella necesita para sus proyectos) e indudablemente a medida que sus hijos crecen, ella parece perder total contacto con su cotidiano y cualquier pequeña situación hogareña -como la escena donde la empleada doméstica le plantea tomarse unos días- le produce un profundo desequilibrio, la angustia, se siente perdida en su propio laberinto.
El cine de Smirnoff es un cine de mujeres en crisis. Pero no son mujeres al borde del ataque de nervios como las de Pedro Almodóvar ni tienen la cuota de violencia urbana de las heroínas de Anahí Berneri o Albertina Carri sino que se parecen más a las protagonistas de Mia Hansen-Løve o, dentro de nuestro cine, a las de Paula Hernández.
Sus protagonistas no viven en plena exasperación sino que la crisis se esconde bajo una serena calma, con esa quietud aparente que permite que un lento pero efectivo proceso interior vaya ganando forma hasta que, casi naturalmente, aparezca ese cambio deseado.
A partir de esta mudanza, puede recorrer nuevamente el lugar en donde nació y es allí donde vuelve a tomar contacto con lazos de su pasado que se reavivan rápidamente, como si esa historia hubiese quedado en suspenso, y Clara volviese a retomarla para recuperar su propia identidad, su verdadera esencia.
Si bien pareciese que Ariel, su novio de la infancia le despierta todo un mundo olvidado, el lazo con la madre de Ariel y con su hermano, es verdaderamente su cable a tierra, su refugio, su vuelta al hogar.
A partir de esta serie de encuentros, Clara empieza a sentirse diferente, a percibirse distinta, a reencontrarse, de alguna manera, con su propio deseo.
En permanente diálogo con “Rompecabezas”, el primer filme de la directora protagonizado por una excelente María Onetto, “LA AFINADORA DE ARBOLES” parece estar en una perfecta sintonía dentro del universo que describe Smirnoff en sus películas. Su forma de plantear cambios profundos frente a un contexto de crisis, sin necesidad de sobresaltos ni de ningún tipo de estridencias, habla de un despertar de la conciencia y una búsqueda interior tan serena como oportuna.
Seguramente la película de Smirnoff no sería la misma si no contara con el protagónico de Paola Barrientos que construye delicadamente a su Clara en cada gesto, en cada mirada y se despoja enteramente de cualquier tic televisivo para demostrar en su gestualidad contenida y en su multiplicidad de recursos, que late en cada rincón de Clara y que entiende a su personaje a la perfección.
Actriz de una importante trayectoria teatral (“Las criadas” “Estado de Ira” “Tarascones” por sólo nombrar algunos de sus trabajos más destacados) y protagonista de grandes éxitos televisivos, Barrientos vuelve a deslumbrar con una actuación sobresaliente, tal como fueron sus interpretaciones en “Ciencias Naturales” o “El peso de la ley”, otros de sus grandes trabajos en cine.
El elenco masculino, si bien tiene el sentido de acompañar a Clara en su proceso interno, cumple un rol destacado y allí están Marcelo Subiotto (como su esposo) y Diego Cremonesi (como aquel novio de la adolescencia), para completar un elenco sumamente destacado.
Como plus, algunas escenas de animación para ilustrar los cuentos de Clara dejan jugar con ese universo de las ilustraciones de Yael Frankel, tan delicadas y creativas, como la película misma.