La chica que decía hablar con la virgen
“Esto no es el juicio a Juana de Arco”, le dice un sacerdote al protagonista y narrador indirecto de La aparición, abriendo preventivamente el paraguas ante Jacques Mayano, el periodista parisino que acaba de llegar a un pueblito del sur de Francia para formar parte de un particular grupo de investigadores. La cuestión ha quedado más o menos clara en los veinte minutos de proyección previos, cuando Jacques regresa de una durísima misión en algún lugar de Medio Oriente –durante la cual falleció un fotógrafo, colega y gran amigo personal– y casi de inmediato recibe un llamado para visitar de urgencia el Vaticano. Resulta ser que Anna, una adolescente cándida, de mirada pura y sincera, afirma haber visto y escuchado nada menos que a la Virgen María, y la procesión de devotos hacia el (ya no tan) tranquilo poblado ha comenzado a poner nerviosos a los popes de la Santa Sede. Hacia el lugar se dirige entonces el periodista, con su reciente trauma en carne viva y un aspecto de derrota general que, bajo la máscara del actor Vincent Lindon, parece una cruza de detective hard boiled tradicional y un típico héroe de los best sellers de alta intriga que, desde los años 70 hasta Dan Brown, vienen tomando por asalto las librerías de todo el mundo.
“¿Qué negocios se ocultan detrás del movimiento de fieles y el merchandising que atiborra las estanterías de los locales? ¿Qué hechos del pasado de Anna están siendo resguardados bajo siete llaves? ¿O acaso todo sea real, el resplandor que anticipa la visita de la Virgen y la misma existencia de Dios incluidas?” Para un agnóstico confeso como Jacques, las piezas desparramadas del rompecabezas adoptan en principio el aspecto de la confabulación, la manipulación con fines estrictamente económicos de una pobre muchacha criada a lo largo de los años por diferentes padres, algunos de ellos muy creyentes. Tomándose su tiempo (los 140 minutos de metraje pueden sentirse un poco excesivos), el realizador francés Xavier Giannoli repite con variaciones una fórmula narrativa que le supo dar éxito artístico y comercial en el pasado, con películas como El cantante, Marguerite o La mentira: un universo realista verosímil construido sobre el clásico molde de tres actos, una sumatoria de acciones y reacciones constantes y la exposición verbal de hechos presentes y pasados como motor a reacción narrativo.
El tono es, en líneas generales, grave, gravísimo incluso, con una banda de sonido que regresa una y otra vez a la composición “Fratres para violín, orquesta de cuerdas y percusión” del estonio Arvo Pärt como apoyo emocional. Giannoli encuentra en las facciones de Galatéa Bellugi un contrapeso momentáneo a esos lastres; el realizador registra y edita la primera entrevista entre Anna y sus “inquisidores” sosteniendo en el tiempo la imagen del rostro de la joven, evitando el recurso del plano/ contraplano que podría haber sido de rigor. Es uno de los pocos momentos donde La aparición parece respirar libremente, anticipando incluso una película que nunca llegará a ser. A partir de ese momento reinarán los conflictos entre las partes, alternando escenas de enfrentamiento con otras de duda, y una investigación detectivesca que dilucidará actos y hechos, revelando en el camino una serie de casualidades que –dependiendo de quién y cómo se los mire– podrían configurar la silueta de un designio superior. A esa altura de la trama el espectador podrá haberse convertido a la práctica religiosa, pero difícilmente siga interesado en el camino de Jacques hacia la revelación.