La creme de la creme. “La audición” de Ina Weisse. Crítica
Nuevo estreno proveniente de Europa.
Tras una larga carrera como actriz, Ina Weisse dirigió su segunda película “La audición”. Obra que logra retratar las consecuencias que conlleva vivir una vida en la constante búsqueda de la perfección. La misma llegará a varias salas del país el próximo 11 de marzo. Una propuesta diferente a lo que venían proponiendo las carteleras tras reabrir sus puertas.
Anna Bronsky, una profesora de violín se compromete a la difícil tarea de tutelar a un joven músico para que logre separar una futura audición. El alumno posee un potencial interno el cual la experta deberá sacar a la luz. Tan enfrascada se encuentra con su trabajo, lo que produce un gran descuido a su familia. Su matrimonio pendía de un hilo y la relación con su hijo se encuentra desgastada.
Las relaciones interhumanas tienen una gran importancia en el audiovisual. Pero hay que entenderlas como una forma de socializar diferente. Por dos motivos, el primero es su procedencia. En un mundo hiperconectado y globalizado entendemos que cada región o país tiene su propia forma de relacionarse entre sí. Y, si bien este fundamento se ancla en un estereotipo, Alemania es uno de los lugares con menos contacto físico entre personas. Cuya frialdad se potencia, teniendo en cuenta el ámbito socio económico en el que se desarrolla la narrativa. Un mundo elitista, donde el fracaso jamás es una opción. No existe el espacio para los sentimientos, estos parecieran entorpecer el camino hacia la perfección tan buscada.
Al mismo tiempo, la directora elige mostrar acertadamente los dos puntos de vistas de dicho modo de vida. El joven alumno representa a quien aspira a formar parte, la maestra ya lo es. En ambos casos se destaca claramente el sacrificio y el esfuerzo titánico que esta meta conlleva. Comenzar a muy temprana edad y dedicarle gran parte del día al ensayo musical es solo alguno de ellos. Una vez que se consagran como profesionales de elite dentro de la música, comienzan a brotar otros problemas. Ya sea el de mantenerse siempre en un nivel superlativo o la feroz competencia interna que genera entre compañeros con tal de sobresalir.
Aquí Anna Bronsky se hace carne de las secuelas que acarrea dicho modo de vida. Desde una infancia marcada por las altas expectativas del padre y una carencia de afecto. A terminar reflejando sus frustraciones y anhelos en su alumno, viendo en él todo lo que ella tenía el potencial para ser. Su hijo, cual daño colateral, es víctima de la gélida crianza de su madre, que se desprende desde su estricto abuelo. Desarrollando claros celos por el alumno, un sentimiento muy humano, el cual se convierte en un invasor de la familia para él. Por no nombrar al desgastado matrimonio que cada día se separa más, haciendo que su marido se encuentre más cómodo en su taller de trabajo que en su casa.