Con enorme dedicación y afecto, Anna enseña violín a un joven de inusual talento. Una audición trascendental lo aguarda mientras la obsesión se apodera de la docente, canalizando en el superdotado aprendiz sus antiguas frustraciones. Las cuerdas se tensan, la melodía se intensifica y la sinfonía se convierte en la música de fondo para un drama apremiante.
El Premio a la Mejor Actriz otorgado a Nina Hoss, en el Festival de Cine de San Sebastián, valida los pergaminos de un soberbio tour de forcé actoral. La germana Hoss utiliza su lenguaje corporal como un perfecto instrumento que transmite emociones a flor de piel. El suyo es un acto de fe que se convierte en una razón de vida que hace de la fijación un viciado síntoma. La frustración y los temores del joven aprendiz enciende el estado de alarma e inseguridad que afectará al círculo íntimo de la tutora. Hoss se balancea ante el abismo de su duda existencial. La certeza de su visión como instructora acaba de derrumbarse y con ello todo a su alrededor.
El segundo largometraje como directora de la también actriz Inna Weisse posee un sólido guión firmado por Daphne Charizani. De una sobriedad casi ascética, “La Audición” se nos revela como un pormenorizado retrato psicológico, una perturbadora indagación moral. En las antípodas del temible y en extremo subrayado retrato de Damien Chazelle en “Wiplash” (2014). Las intenciones son, afortunadamente, otras. Existe en su atribulada protagonista una fallida búsqueda de afecto y aceptación. La confrontación con su propia agonía existencial hace del film un agudo acto reflexivo acerca de la culpa y el castigo.