Pantalla a formato 4:3. Tres escenarios, todos en la misma casa. El clima de La Ballena es asfixiante, opresivo y, por momentos, repulsivo. Es difícil sentir empatía por alguien – salvo por la sufrida enfermera que compone Hong Chau en una formidable performance que es lo mejor de la película; es pequeña, desborda potencia y sentido común y está (como mucha gente en la obra) atormentada por sus demonios internos – porque el que no es hostil es prepotente o demasiado ingenuo. Y sí, Brendan Fraser merece el Oscar porque el tipo hace lo que puede con un personaje mal escrito, destilando esa empatía que siempre nos hizo querer al actor a lo largo de su trayectoria, pero acá se la pasa lidiando con un trasfondo mal desarrollado.
El teatro es el teatro y el cine es el cine; y cuando llevás una obra de teatro al cine, sí o sí tenés que meter cambios. La cámara puede ir, venir, volar a otros lugares y otros tiempos… pero al script no le interesa. Este hombre – obeso mórbido, lleno de complicaciones de salud que han llegado a tal punto de gravedad que posiblemente no pase el fin de semana debido a un masivo congestionamiento cardiovascular – tiene un pasado complicado. Estuvo casado, tuvo una hija, se enamoró de un alumno, abandonó a su familia… su novio se murió y ahora está en un proceso de abandono y autodestrucción irreversible. Pero este hombre es un monstruo o un descolgado – son tan flacas las explicaciones de por qué hizo lo que hizo, destruyó a su familia para ir detrás de un amor, mantuvo el contacto con su esposa e hija al mínimo y ni siquiera pudo salvar al hombre que amaba – y el libreto no termina por justificarlo como corresponde, si es que se trata de una causa rescatable. Flashbacks del protagonista con su novio eran necesarios; ver el derrumbe de su pareja era imprescindible para entender el enceguecimiento y el trauma. En el fondo este maestro – que da clases online, aunque con la cámara apagada para que no se burlen de su figura – es un egoísta supremo. Solo ha pensado en lo que él quería y, cuando lo perdió, se dejó venir abajo hasta que decidió ensayar una apurada reconciliación. Su hija Sadie Sink es una persona cruel y detestable – es cierto: es una persona muy dañada y fundamentalmente por causa de su padre, por su amor vergonzante, por desaparecer de su vida, por no dar muestras de vida en 8 años – y el profesor insiste en que es una muchacha fantástica y maravillosa, plena de talentos y buenas intenciones (algo que nadie en la platea ve, salvo Fraser). Es tan absurda la visión de Fraser que bordea lo ridículo: éste no es un problema que se pueda resolver en 3 o 4 días. Cuando un visitador evangelista (Ty Simpkins, siglos después de ser el pibe genio / compinche de Tony Stark en IronMan 3) llega a la casa de Fraser, Sink se dedica a torturarlo de todas las maneras posibles, lo denigra y lo graba haciendo cosas prohibidas como fumar marihuana. Cuando esos videos van a parar a la familia de Simpkins, Fraser lo ve como un acto de bondad. Lo ha salvado, su familia lo perdona y quiere que esté de regreso. ¿Soy yo el único que piensa que la denuncia familiar es solo otro acto de crueldad de una adolescente enervante?.
Por contra, Fraser es egoísta y explotador. La pobre Hong Chau – la única que realmente se preocupa por él – es explotada como una sirvienta / enfermera de tiempo completo sin compensación alguna por su sacrificio. Incluso cuando hay un par de revelaciones sobre el vínculo que los une y el costo del brutal esfuerzo que demanda intentar salvar a un gigante gravemente enfermo, lo único que termina diciendo Fraser es “lo siento”.
Es mas que posible que al personaje de Fraser le corresponda sufrir lo que está sufriendo. Con lo que nos da la obra, no hay redención posible. Se precisaban mas detalles de su pasado para humanizarlo y ver no sólo cómo llegó a esto sino por qué tomó las decisiones que tomó. No es un villano, pero sí una persona impulsiva que no mide consecuencias. Uno puede descubrir el verdadero amor en etapas tardías de su vida, e incluso puede armar una familia ensamblada con amores nuevos y pasados siempre que tenga la constancia y la diplomacia para reconciliar diferencias y justificar sus acciones (en vez de repetir como un loro que lo siente). Pero acá no pasa eso, todo es bastante caprichoso y el personaje de Fraser parece que solo sabe esconderse en la timidez y el pudor.
A La Ballena le sobran un personaje – el muchacho predicador – y le faltan flashbacks y monólogos internos. Se precisaba mas tiempo de reconciliación con parlamentos mas agudos. Es todo abrupto – incluso el final – y no termina por dejar satisfecho a nadie. Es una obra a medio cocinar que tiene muy buenas performances, las que elevan la calidad de la obra por encima de lo esquemático y forzado de sus mecanismos dramáticos.