Es el nombre que recibió un encuentro de tenis entre la campeona Billie Jean King y el ex campeón payasesco Bobby Rigs que ocurrió en l973 y tuvo una audiencia televisiva similar a la llegada a la luna en EEUU. Es que ella acababa de reclamar igualdad de ganancias para las deportistas mujeres, que ganaban ocho veces menos, y ante la negativa rotunda, eligió crear su propia liga femenina, que vaya paradoja tenía como auspiciantes a una marca de cigarrillos para mujeres. En pleno torneo, en plena crisis de identidad sexual de la jugadora, recibe un reto que no puede rechazar, marcar en la cancha de tenis que una mujer puede resistir la presión, tener energía y talento para derrotar a un hombre. Aunque este solo busque dinero, exagere su posición en pos de auspiciantes y tenga 55 años. En manos de la dupla responsable de “Pequeña miss Sunshine”, el matrimonio de directores Valerie Faris y Jonathan Dayton, con el guionista Simon Beaufoy (Slamdog millonaire) crearon una historia amena, que se basa mas en los temas personales de los contendientes, que en las fuertes reivindicaciones de King. No es una película fuertemente política, aunque el decálogo machista parezca increíble, más aún cuando todavía en el deporte persisten estas diferencias. Tiene en Emma Stone a una entrañable deportista que se siente atraída por una mujer y se atreve a ejercer su deseo en privado, en una época donde si se hubiera descubierto su verdad los auspiciantes hubieran huido despavoridos. Ella plena de matices, contenida y profunda. Steve Carell eligió un camino de riesgo, el humorista y bufón desaforado que esconde una angustia patética que se descarga en las apuestas. Al principio la película salta de una historia a la otra y luego crece cuando finalmente llega el match tan esperado.